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Siguiendo con la costumbre de reseñar brevemente los últimos libros que he leído, reitero lo que dice el gran poeta colombiano Darío Jaramillo Agudelo: “La reseña es un oficio que me gusta, entendida siempre como testimonio de lector, más que como esa cosa aparatosa y sosa y casposa llamada ‘crítica literaria”. LOS LIBROS DE SONSOLES ÓNEGAS: Estamos acostumbrados a ver el programa diario “Ahora Sonsoloes” en Antena 3 por las tardes de lunes a viernes. La periodista madrileña tiene una energía desbordante. Es acuciosa e incisiva, periodista especializada en medios audiovisuales. Comenzó su andadura profesional en CNN+. De ahí pasó a la cadena Cuatro. En 2008 se incorporó a los servicios informativos de Telecinco, donde durante diez años ejerció como cronista parlamentaria, destacada en el Congreso de los Diputados. Además de periodista, ha actuado en programas y series de televisión y como novelista, ha ganado varios premios, tanto televisivos como literarios. Entre éstos últimos está el Premio Letras de novela Corta (2004) con su libro “Calle Habana, esquina Obispo”; Premio Fernando Lara de Novela (2017) (con “Después del amor”) y el Premio Planeta por su novela «Las hijas de la criada» (2023). Los títulos de sus otros libros son: “Donde Dios no estuvo”; “Encuentros en Bonaval”; “Nosotras que lo quisimos todo” y “Mil besos prohibidos”. Hoy nos vamos a ocupar del libro “Después del amor”, que es una novela apasionante, que ocurre en la España previa a la II Guerra Mundial y en medio de la guerra civil de ese país, con todas sus vicisitudes y vericuetos. Los protagonistas viven en Barcelona, el marido es un médico de prestigio y Carmen, su mujer, es una mujer bellísima, que es testigo del triunfo y después de la derrota de los republicanos, y los comienzos de la dictadura de Franco. Carmen es obstinada, impulsiva y tiene tres hijos, el mayor es un niño enfermo al que dedica todos sus cuidados, y unas mellizas, que destacan por sus perspicacias, una más que la otra. De familia muy acomodada, Carmen no es feliz con la vida de cotilleo que llevan las mejores familias de la ciudad condal y mucho menos con su marido, que es totalmente afín a Franco. “Después del amor” es una inolvidable historia de amor clandestino que atravesó una guerra y superó todas las barreras sociales. Corría el año 1933 cuando Carmen conoció a un capitán del ejército y de allí surgió un amor que venció todos los obstáculos, aún los más inimaginables pero que pagó su peaje en el desarraigo de sus tres hijos. Está basada en hechos reales. La autora muestra la historia de una mujer valiente que reconstruye su identidad en una España donde a las mujeres no se les permitía amar y desamar. Una historia en la que los protagonistas tuvieron que enfrentarse a todos los convencionalismos sociales. También relata el histórico momento en que las mujeres votaron por primera vez en 1933 y cómo ella lleva a votar a sus sirvientas e impide que su marido les diga por quién votar. También vive en la ventana del tiempo en que pudo divorciarse, quedándose el marido con los hijos, sin que ella pudiera verlos. “Después del amor” es adictiva, te captura desde la primera página y te deja sin aliento con cada calamidad que tiene que vivir esta pareja, que cruzan fronteras, violan convencionalismos y, sobre todo, persiguen el amor a toda costa. “Las hijas de la criada” es la novela con que Sonsoles Ónegas ganó el Premio Planeta 2023 y es otra de mis recomendaciones. Se escenifica en los inicios del siglo XX, en Galicia, en el pazo del Espíritu Santo. El mismo día llegan al mundo dos niñas, con un destino ya marcado. Doña Inés, la madre de una de las niñas, Catalina, cuida de los negocios de su marido, Gustavo Valdés, que va y viene de sus propiedades en La Habana. La pareja tuvo otros hijos, varones, pero es Clara, la hija de la criada Renata la que demuestra no solo inventiva, sino interés en los negocios de la familia que, ante la ausencia de su padre, son dirigidos por doña Inés. Que en esos años una mujer estuviera al frente de una empresa era inusual, pero doña Inés demostró tener el arrojo y la inteligencia para dirigirla y elevarla a una compañía ejemplar. Y lo hizo con la ayuda de Clara, a quien escuchaba y de quien aceptaba sus recomendaciones. Clara y Jaime, uno de los hijos de los Valdés, se casan, pero durante el embarazo muere el niño y ya nunca más se embaraza pues su matrimonio está roto. Catalina, por su parte, desarrolla una personalidad irascible y se marcha a Argentina, casándose con un hacendado. “Las hijas de la criada” es una historia mágica y realista, en una Galicia próspera y nos descubre hombres y mujeres que se rebelan contra su propio destino, en busca de la verdad. El último libro de Ildefonso Falcones, que se anuncia como la continuación de su resonado éxito “La Catedral del Mar”, solo tiene en común al protagonista, Arnau Estanyol y se escenifica en 1442. Arnau es el nieto del Arnau del primer libro de Falcones, estibador de la construcción de Santa María del Mar y la historia, muy bien hilvanada, gira en torno a la conquista de Nápoles, cuando los enemigos eternos de su familia italiana (Arnau tiene otra familia en Barcelona, mujer e hijos) aprovechan su ausencia para irrumpir en su palacio y atacar a su hijastra. De allí en adelante se desencadena una trama alucinante que está a caballo entre Nápoles y Barcelona. Así arranca una deslumbrante novela épica que recorre la segunda mitad del siglo XV, unos años que supusieron el final del oscurantismo medieval y el inicio de un periodo más luminoso, el Renacimiento. Arnau Estanyol, descendiente de esos años oscuros, verá cómo el mundo se transforma a su alrededor, cómo cambia el arte de la guerra y cómo el amor es capaz de transformar el corazón más endurecido. Son muchos los personajes que intervienen, las tramas que se desarrollan, las traiciones que afloran y los resultados de tantas intrigas. Vale la pena leerla. El último libro de María Dueñas es sencillamente maravilloso. Se escenifica en Argelia, años 20, en la época que era un departamento francés (1830-1962), donde llega una niña andrajosa, sola, y con nombre falso: Cecilia Belmonte. Escapa de una vida miserable y guarda en su corazón un secreto terrible. Se va labrando su camino con tenacidad, trabajando en lo que pueda y tiene una resistencia descomunal para aguantar, adaptarse y sobrevivir. Empieza desde lo más bajo, realizando trabajos muy duros, sin perder su dignidad. La historia va desarrollándose hasta encontrarnos a una Cecilia adulta, que mantiene siempre su actitud de nobleza y justicia, y se integra a la sociedad argelina. Entran en juego la política, la historia y un contexto social más amplio. Va ascendiendo paso a paso y como la gente buena se tropieza con gente buena, se va ganando la confianza de muchos. Cecilia es fuerte, no se rinde a pesar de los golpes que le propina la vida. Es una enseñanza de que se puede empezar de cero, incluso con el alma rota, y llegar lejos sin hacer daño a nadie. En lo que a mí respecta, me resultó fascinante el marco histórico argelino, tan remoto a lo que uno generalmente conoce, lo que me impulsó a leer más sobre ese país africano que forma parte del Magreb. Argelia acogió, en su momento, a muchos habitantes de países mediterráneos. Ellos respondieron aportando lo mejor de sí mismos hasta convertir ciudades como Oran, en este caso, en urbes prósperas que nada envidiaban a las de la otra orilla del Mare Nostrum. Como es característico de la autora, el libro está muy bien documentado. Retrata los turbulentos tiempos de la independencia. El FLN, la OAS, siglas de leyenda de los movimientos independentistas, ahogaron en sangre y terror al país en la década de los años 60. Ojalá que lo lleven a la pantalla, con todos sus vericuetos, amores apasionados y lealtades inesperadas. Isabel Allende no deja de sorprendernos, y en su último libro, “Mi nombre es Emilia del Valle”, en el que retoma el hilo conductor de su primer libro “La casa de los espíritus”, viaja a Chile, desde California, donde vive, en busca de sus raíces. En esta obra, Allende regresa a su estilo característico de novela histórica con un fuerte componente de empoderamiento femenino y un toque de realismo mágico (aunque en esta obra sea más sutil), narrando la vida de una mujer que desafía las convenciones de su época. Recordemos que una de las protagonistas de la primera novela de la autora es apellido Del Valle. Se desarrolla en el Chile del siglo XIX, específicamente a principios de la década de 1890, un período marcado por la Guerra Civil Chilena de 1891. La protagonista, Emilia del Valle, es una mujer de espíritu indomable que busca forjar su propio camino, lejos de las expectativas de matrimonio y maternidad impuestas por una sociedad profundamente católica y patriarcal. Tiene un toque de autobiografía en la persona de Emilia, narrándonos sus experiencias, tanto buenas como malas, a medida que se adentra en un mundo en constante cambio. Es una elegía a la resiliencia femenina y su prosa, como siempre, es cuidada y preciosista. Sus descripciones extraordinarias y las vueltas de la vida inesperadas. Emilia se hace periodista escribiendo historias por entrega que publicaba bajo un seudónimo y con gran tenacidad logra que la contraten en un diario, que la envía a Chile en ocasión del preámbulo de la Guerra Civil Chilena. Allí encuentra a su verdadero padre y se gana a su familia, de las más encopetadas de la rancia aristocracia. Definitivamente Isabel Allende no defrauda, perfecciona con cada entrega su estilo y leerlo es una experiencia enriquecedora, emotiva y que se disfruta al máximo. El joven músico y amante de la lectura, Javier Pagalday, vocalista y guitarrista del grupo Meler, nos deslumbra con un libro que tiene 16 relatos, cuyo hilo conductor es el amor. Es su debut editorial, y de la mano del sello Suma, de Penguin Random House. Javier es hijo del que fue embajador de España en nuestro país entre 2019 y 2022 pero no vivió en nuestro país, lo que sí hizo en Costa Rica, Irlanda, Estados Unidos y en España, donde estudió. Bajo la premisa de que el amor existe y está en todos lados, sus relatos se van entrelazando en un caleidoscopio de personas conectadas en la ciudad de Nueva York. Nos muestra un universo de ventanas por las que asomarnos, un deleite, un gozo, una nueva manera de leer el amor. En su solapa se destaca que el amor tiene muchas formas, se van mezclando entre nosotros como hilos hasta conformar un telar. Uno puede encontrar el amor en el dolor durante el duelo, en la mano extendida de un amigo, en la mirada de un perro, en una despedida en el aeropuerto o en un reencuentro al atardecer. Porque desde que existe el amor, estamos predeterminados a encontrarlo, de un modo u otro. En resumen, es un racimo de historias evocadoras y emotivas que juegan con un único concepto, el amor en todas sus formas, y que tienen lugar en una ciudad concreta y mágica, Nueva York. Y tiene una prosa fresca y alegre. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es marielasagel@gmail.com Colaboración especial para LatinPress® marielasagel@gmail.com

Nuestro periplo de fin de año nos llevó a Málaga, municipio español que forma parte de la provincia de Andalucía. Conocida por sus playas, sus bares, su vibrante vida, nos ofreció días de verdadero ensueño, caminando por sus callejuelas y degustando su gastronomía, además de todos los museos y sitios de atracción que tiene. De Málaga son Pablo Picasso, Antonio Banderas y algunas otras personas famosas; es la segunda ciudad más poblada de Andalucía. Está situada en el oeste del mar Mediterráneo y el sur de la península ibérica, a unos 100 km al este del estrecho de Gibraltar. Fue fundada por los fenicios en el siglo VIII a. C., y es una de las ciudades más antiguas de Europa. Fue un municipio primero federado, luego de derecho latino del Imperio romano y una próspera medina andalusí cuatro veces capital de su propio reino, que fue incorporada a la Corona de Castilla en 1487. Escenario de uno de los episodios más sangrientos de la guerra civil española y protagonista de la explosión del boom turístico de las décadas de 1960 y 1970, constituye en la actualidad un notable centro de entretenimiento, económico, cultural y nodo de comunicaciones en el litoral mediterráneo. Allí se dio el fusilamiento del General José María Torrijos, representado en la pintura de Antonio Gisbert Pérez que se cuelga en el Museo del Prado. El liberal Torrijos y sus hombres fueron fusilados en la playa de San Andrés en 1831. Este sitio es recordado desde 2014 por una placa de bronce colocada por el ayuntamiento en el lugar donde ocurrió la ejecución. Hacia Málaga nos dirigimos después de pasar el primer día del año en Madrid y comernos las 12 uvas, al tañer de las 12 campanadas del reloj de la Puerta del Sol. Deambulamos por la calle del Marqués de Larios, imponente y céntrica avenida peatonal donde están las mejores tiendas y adornada por las festividades de fin de año con una fantasía de adornos y luces, que se encendían puntualmente a las 6 de la tarde. En Málaga hay innumerables sitios que ver, museos que visitar y rinconcitos donde comer, además de la palpitante actividad que se siente, todo el año. La ciudad ha sido declarada Conjunto Histórico, por el conjunto de elementos históricos ubicados en la misma ciudad: fenicios, púnicos, romanos y árabes se concentran en el centro histórico de la ciudad destacando el Teatro Romano, la Alcazaba, la Catedral, entre otros elementos culturales tanto al aire libre como soterrado. La Alcazaba es una fortificación palaciega de época musulmana y en sus faldas está el Teatro Romano, que data del siglo I, en la época del emperador Augusto. Tras la llegada de los cristianos a la ciudad, se construyó la Catedral de la Encarnación, de estilo principalmente renacentista, pero con elementos barrocos; después de dos siglos de obras se interrumpió su construcción y la falta de una de sus torres le ha valido el apodo de «La Manquita». Entre sus más valiosos elementos destaca la sillería del coro, obra del imaginero Pedro de Mena. Junto a la catedral se encuentra el Palacio Episcopal, edificio barroco clasicista con una elaborada portada-retablo. Nos tocó una época de belenes o nacimientos y pudimos ver unos verdaderamente hermosos y muy bien trabajados. Al igual que disfrutamos de la cabalgata de los Reyes, el 5 de enero, comprando nuestros asientos para no perdernos de nada y no morir en el intento de apreciar esta representación cultural que aglutina a todo el reino de España. Málaga se caracteriza por tener una gran variedad de museos, entre los que pudimos visitar el Museo Picasso, el Centro Pompidou, el Centro de Arte Contemporáneo, el Museo Carmen Thyssen, el Museo de Málaga, que es la fusión del Museo de Bellas Artes de Málaga, fundado en 1913, con el Museo Arqueológico Provincial de Málaga, de 1947, y tiene su sede en el Palacio de la Aduana. Se nos quedaron algunos por visitar, como el Museo Ruso San Petersburgo y otros temáticos. El Museo Picasso tiene 276 obras que recorren ocho décadas de creación del genio malagueño. Es el museo más visitado de Andalucía. La Fundación Picasso gestiona la casa natal del pintor, en la que vivió su infancia, y atesora recuerdos infantiles y familiares, así como algunas obras tanto suyas como de su padre, José Ruiz Blasco, que era pintor y profesor de la Escuela de Bellas Artes. Cuenta con un centro de documentación, una biblioteca especializada en la vida y obra del artista. El Centre Pompidou tiene una llamativa fachada y alberga en su colección obras de Frida Kahlo, Picasso, Bacon, Magritte, Leger, Max Ernst, de Chirico, Giacometti, Brancussi, Chagall, Joan Miró y Antoni Tapies, entre otros. Una muy bien organizada cabalgata de los Reyes Magos se verificó el 5 de enero y para eso se vendían asientos donde poder apreciarla mejor. El civismo de las personas es impresionante, nadie se te para enfrente y todo el mundo es respetuoso. Es muy larga la cabalgata, con muchas carrozas, las más llamativas las de Gaspar, Melchor y Baltazar, y entre medio, grupos engalanados haciendo malabares, estilo las comparsas a las que estamos acostumbrados, pero con mucho donaire y lujo. Se repartían golosinas un montón, y contábamos con unos conos para recogerlas. Una fascinación para los niños y una experiencia única para los que tuvimos la oportunidad de verla y vivirla. Málaga es una de las ciudades más encantadoras de Andalucía, con personalidad propia, donde han estado famosos que se les recuerda, como el café de Chinitas, que fue escenario de un cante de Federico García Lorca o el Pimpi, que tiene barriles firmados por Antonio Banderas, descendientes de Picasso y figuras internacionales. Se recrean personajes populares como el Cenachero, una figura popular que vendía pescado por las calles de la ciudad manteniendo el equilibrio entre los dos platillos de los cenachos. Una estatua de Rubén Darío, que le regaló a la ciudad, y otra de Ibn Gabirol, poeta y filósofo malagueño de origen judío que dejó su legado en la época andalusí, están en los jardines de la calle Alcazabilla, junto al Pimpi. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es marielasagel@gmail.com Colaboración especial para LatinPress® marielasagel@gmail.com

Como es tradicional, en casi todo el mundo occidental, a las 12 de la noche del último día del año se comen 12 uvas y se piden 12 deseos (o los que uno quiera). Uno de los sitios más icónicos para realizar ese ritual es en la Puerta del Sol de la ciudad de Madrid, capital del Reino de España, que el 31 de diciembre del año que terminó hace unos meses congregó 15 mil personas, con un frío que pelaba. En esa Puerta del Sol se encuentra, desde 1950, el denominado kilómetro cero de las carreteras radiales del país, al igual que allí está ubicada la Real Casa de Correos y que en su torre se destaca un reloj que fue construido y donado en el siglo XIX por José Rodríguez de Losada, el protagonista de la aclamada novela de Emilio Lara “El relojero de la Puerta del Sol”, que fue un afamado relojero español que vivió en Inglaterra, donde fundó un próspero negocio y lanzó innovativos diseños. Los orígenes de esta popular plaza, donde llega una línea de metro y hay restaurantes, monumentos y tiendas que son distintivas de esa parte de la ciudad se remontan al siglo XV y su nombre proviene de un sol que adornaba la entrada de uno de los accesos, que estaba allí porque estaba orientada hacia el levante. Aunque desde los siglos XVII al XIX la plaza tenía importancia como lugar de encuentro (allí estaba uno de los mentideros más famosos de la villa desde el Siglo de Oro, las famosas gradas de San Felipe), no era un espacio definido, como la Plaza Mayor, y ocupaba la mitad de las dimensiones actuales. La Casa de Correos fue construida por el arquitecto francés Jaime Marquet entre 1766 y 1768; la misma fue posteriormente Ministerio de la Gobernación (Interior) y Dirección General de Seguridad del Estado durante la época franquista y, actualmente, es sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Cuando se convierte en Casa de Correos es que empieza a sentar las bases urbanísticas de lo que hoy es la Puerta del Sol y su creciente importancia como punto céntrico de Madrid. Tras la conversión en sede del Ministerio de Gobernación (1847), se decide derribar algunas casas de la zona para realzar el edificio y darle seguridad. Algunas de las edificaciones que se erigieron para darle lustre a la plaza son la Iglesia del Buen Suceso y el Convento de San Felipe el Real. Entre 1857 y 1862 se llevaron a cabo importantes reformas, manteniendo la alineación de la Casa de Correos y construyendo edificios de viviendas con fachadas uniformes, definiendo un espacio de forma semicircular. Fue punto de encuentro de la izquierda política en los años ´30 y, al término de la Guerra Civil, el régimen franquista pretendió hacer un “Madrid nuevo”, para borrar su pasado de liberalismo político “aunque tuvieran que desaparecer la Puerta del Sol y ese edificio de Gobernación”, según las palabras del cuñadísimo Serrano Suñer*, pero afortunadamente, por la pésima economía que se vivió durante esos años, se abandonó el proyecto. En 1959 volvió a ser objeto de reformas, y en 1986 se despejó la zona peatonal. Son de recordar las farolas instaladas, que se apodaron como “supositorios” y causaron una polémica, al punto que fueron sustituidas por las actuales, estilo “fernandino”. En la estación de Metro se construyó un intercambiador de la red ferroviaria de trenes de cercanías y con esta adición, es una de las estaciones más grandes del mundo. En esta magnífica plaza está la estatua del Oso y el Madroño, que colocaron en 1967 y es punto de encuentro de los madrileños. También se ubican varias placas dedicadas a héroes y víctimas del 11 de marzo de 2004. El cartel de Tío Pepe es uno de los más antiguos (ha sido removido y vuelto a colocar). El último elemento añadido, en 1994, es la estatua ecuestre de Carlos III. Para elegir su emplazamiento fue convocado un referéndum popular, que tuvo lugar en la propia Puerta del Sol, colocando la estatua, provisionalmente durante el período del referéndum, en el lugar que más o menos hoy ocupa. La inscripción en espiral que rodea el pedestal describe brevemente la historia del reinado de Carlos III. El monumento mide nueve metros de alto. Como curiosidad, cabe señalar que en él se instaló un dispositivo electrónico para alejar a las palomas que se posaban continuamente sobre la estatua. En la Plaza del Sol se encuentran tiendas y comercios muy típicos, como la cafetería La Mallorquina, también la tienda Casa Diego, donde se consiguen preciosos abanicos y elegantes mantillas. De la época galdosiana** aún se conservan el Gran Bazar de la Unión y la librería San Martín. Hay muchos cafés y se experimenta una actividad frenética. En la literatura hay muchas referencias a la Puerta del Sol, como en la novela “Fortunata y Jacinta”, de Benito Pérez Galdós, cuyo personaje vive en la Puerta del Sol. Emilio Carrere le dedicó en 1917 la novela “La conquista de la Puerta del Sol”. También hay referencias a esta plaza en “Los negociantes de la Puerta del Sol” (1919), de Carmen de Burgos. “Luces de Bohemia” (1924) de Valle Inclán, cuando Max Estrella se dirige al Ministerio de Gobernación. “Portfolio” de Ramón Gómez de la Serna. “Un muchacho en la Puerta del Sol” (1973), de Jesús Izcaray, que refleja la efervescencia de Madrid. El relojero Rodríguez de Losada, en la trastienda de su taller en Londres, organizaba sendas tertulias que él mismo denominaba La Tertulia del Habla Española, a la que acudieron numerosos intelectuales como José Zorrilla, Ramón Cabrera, Juan Manuel de Rosas, Luis Altamirano o hasta el general Prim. Benito Pérez Galdós y el propio Zorrilla han rememorado la tertulia y al propio Losada en sus obras, como he mencionado anteriormente. Esto se daba a mediados del siglo XIX. LAS DOCE CAMPANADAS La tradición de recibir el año nuevo en la Puerta del Sol, a las 12 y comerse las 12 uvas se empezó a televisar en el año 1962. Estando en Madrid para fin del año, nuestra intención era estar en ese momento allí, pero nos decantamos por acercarnos al sitio en la tarde, tomar el típico caldo y la copa de cava en el emblemático restaurante Lhardy, esperar la iluminación del inmenso árbol de navidad, y antes de que cerraran la línea del metro, irnos cómodamente para la casa y mirar el espectáculo en la tele. El restaurante Lhardy ya va para su 3er siglo de existencia en la misma casa de la Carrera de San Jerónimo donde abrió sus puertas en 1839. En el espejo del Lhardy, como decía Azorín, “nos esfumamos en la eternidad”. Desde el privilegiado lugar en Chamberí donde estábamos alojados, pudimos ver los fuegos artificiales, y no tiritamos de frío, como la multitud que se congregó ese día frente al emblemático reloj. Como se ha vuelto una tradición, cada canal de televisión tiene una famosa pareja de animadores, con extravagantes vestidos y pícaros comentarios. Las uvas las venden en lindas copas de champagne de acrílico, listas para solamente comerlas al ritmo de las campanadas, así que uno puede organizar una fiesta en torno a esa tradición, que data del siglo XIX. Algunas de las versiones sobre cómo surgió esa costumbre aduce a una sobreabundancia de cosecha de esa fruta en Alicante, y que los productores, para deshacerse del sobrante, idearon una forma creativa y divertida de recibir el año nuevo. También se dice que en 1909 las bodegas instaladas en la ciudad organizaron un evento para regalar uvas a todas las personas que asistieran, como estrategia publicitaria. Cualquiera sea el origen de esta tradición, las 12 uvas a las 12 de la noche en la Puerta del Sol es un epicentro emblemático de las fiestas de fin de año y al son de cada campanada del reloj de José Rodríguez Losada se pide un deseo. “Cuando faltan segundos para la medianoche, la bola, situada en la parte superior de la torre, baja acompañada de sonido de carrillón. Poco después suenan los cuatro cuartos, que anticipan las doce campanadas, separadas entre sí de un intervalo prudencial para evitar posibles atragantamientos con las uvas”, se lee en la web del Ayuntamiento de Madrid. *Ramón Serrano Suñer, conocido como “el cuñadísimo”, era cuñado de Carmen Polo, esposa de Francisco Franco, fue uno de los principales artífices del régimen en sus primeros años, tanto en lo jurídico como en lo político. **Galdosiano se refiere a la obra del famoso escritor Benito Pérez Galdós. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es marielasagel@gmail.com Colaboración especial para LatinPress® marielasagel@gmail.com

En el emblemático edificio del Banco de España, en la esquina de la calle de Alcalá con el Paseo del Prado y diagonal a la Fuente de Cibeles, en el bello Madrid, visité el último día del año pasado una exposición muy interesante que lleva el nombre del título de este artículo. El motivo principal de la exposición era la muestra de los retratos que la artista estadounidense Annie Leibovitz realizó de los reyes de España, Felipe VI y Letizia, que han dado mucho que hablar y han sido tendencia en las redes. Se estableció que es la primera vez que, para hacer un retrato, se usa la fotografía, y los dos cuadros, de dimensiones considerables, son verdaderamente impresionantes. Esta propuesta rompió con la tradición de pintar retratos posados, que viene desde los orígenes de la institución bancaria, aunque engarza con la tendencia de creadores como Goya –también presente en la muestra— de enfocar estos encargos desde una plena conciencia de sus intenciones artísticas. No fue hasta el pasado 26 de febrero que los reyes visitaron finalmente la exposición para ver sus retratos. La exposición está enmarcada en una estupenda colección de relojes, una de mis fascinaciones, además de algunas obras de la colección del Banco de España, de varios artistas, que cuestionan y transgreden la concepción hegemónica del tiempo en la sociedad occidental. EL ESCENARIO Esta sede que alberga hasta mayo del presente año la exposición que hoy reseño es una de las dos que el Banco de España tiene en Madrid, pero es la más importante, por su valor histórico. El edificio es un patrimonio arquitectónico inigualable y esto se debe a que la institución, durante los más de dos siglos de historia, ha apostado porque sus edificios sean referencia a su fortaleza y a su compromiso con la creatividad de su tiempo. Éste que visité, en el Paseo del Prado, fue inaugurado en 1891 y se le considera una joya de la arquitectura decimonónica del Reino de España y sus necesarias ampliaciones han respetado estrictamente el estilo en el que fue concebido. La muestra, bajo la curaduría de Yolanda Romero, está dividida en “No tengo tiempo”, “Retratos al hilo del tiempo” y “Un tiempo sin reloj”. La pieza central de la sala de “Retratos al hilo del tiempo” es un tapiz que se llama “Triunfo del amor y la eternidad sobre el tiempo”, y frente a éste hay varios relojes que son verdaderas obras de arte, y a los lados varios retratos de personajes célebres, para rematar, con los cuadros de los reyes. El tapiz en mención tiene de protagonista la figura mitológica de Cronos*, y plantea un relato en paralelo sobre el papel del retrato en el Banco de España y sobre su colección de relojes, en una selección que recorre desde el siglo XVIII hasta entrado el siglo XX. Cuelgan en esa sala, además de los recién inaugurados retratos de los reyes de España, una pintura de Francisco de Goya y Lucientes, retrato de Francisco de Cabarrús y Lalanne, que data de 1788, otro del mismo pintor de José Moñino y Redondo, Conde de Floridablanca (1783), un retrato de Miguel de Torres y Ruiz de Rivera, III Marqués de Matallana (1785) del pintor Pietro Melchiorre Ferrari, un retrato de Ramón de Santillán González (1852) pintado por José Gutiérrez de la Vega. Sigue en esa circunvalación, el retrato de José Ramón Álvarez-Rendueles, encargado por primera vez a una mujer, la pintora Isabel Quintanilla (1986) y el del actual gobernador, Pablo Hernández de Cos, que fue realizado con la misma técnica que Annie Leibovitz usó para los de los reyes Felipe VI y Letizia, fotografía impresa con tintas de secado sobre lienzo de poliéster imprimado. Las tres obras de esta artista fueron encargadas en 2023. LA TEMÁTICA Además de las fotografías de Leibovitz, la muestra también incluye una selección de relojes y obras de la Colección Banco de España, firmadas por artistas de diversas procedencias y momentos históricos. A través de este heterogéneo conjunto de piezas, “La tiranía de Cronos” examina cómo se ha configurado la concepción del tiempo en la sociedad occidental y los cuestionamientos y transgresiones que se han planteado frente a dicha concepción desde contextos culturales no occidentales y desde el espacio del arte. Indagar en torno a: ¿Cómo se ha configurado el tiempo lineal de la modernidad? ¿Qué relación mantiene con el control de la productividad? ¿Qué cuestionamientos y transgresiones se plantean frente a esa concepción desde contextos culturales no occidentales y desde el espacio del arte? son los principales objetivos de la exposición, que se despliega tomando como materia prima el propio fondo patrimonial de la institución, a través de medio centenar de piezas y otras en préstamo de entidades tanto nacionales como internacionales. Entre esas piezas se encuentra una amplia selección de los relojes que el Banco conserva. El reloj ha jugado un papel crucial en la construcción del modo de percibir y representar el tiempo en la cultura occidental y también, de manera específica, en la propia historia del Banco de España, donde ha estado presente desde su fundación a finales del siglo XVIII, de la mano de una incipiente burguesía financiera que veía este objeto como un símbolo de progreso y distinción social. El trabajo de montar esta magnífica exposición recoge con detalle los casi doscientos ejemplares que atesora la institución, desde los relojes más antiguos, que fueron adquiridos para la primitiva sede en la calle de la Luna del Banco de San Carlos, considerada la antecesora del Banco de España. Es de destacar que todos los ejemplares expuestos están en funcionamiento, y perfectamente sincronizados, lo que permite que la muestra ofrezca una dimensión sonora, ya que los visitantes podrán escuchar mecanismos y sonerías, lo mismo que han estado haciendo los empleados de la institución bancaria a lo largo de sus más de dos siglos de existencia. El reloj tiene una gran carga simbólica, ya que mide, mesura, marca las obligaciones, los tiempos, y ha sido frecuentemente utilizado como motivo artístico en los retratos de monarcas y dignatarios. La artista sobre la que recayó la encomienda de realizar los retratos de los reyes y del gobernador es estadounidense, Annie Leibovitz, recibió en 2013 el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. La selección de estrenar estos retratos en una exposición como la que reseño no es casual: el Banco de España busca lanzar una nueva mirada a su propia identidad y especificidad institucional además de mostrar la tradición que los ha distinguido durante los más de 240 años de historia, que han dado cabida a los más destacados retratistas de cada momento histórico. Hay una línea invisible que vincula, a través del tiempo, a Goya –y la tradición del retrato regio español en su edad de oro – con Leibovitz, no solo por su apuesta por aplicar el protocolo minimizando el aparato, sino en la manera de abordar el encargo, desde una plena libertad y consciencia de sus intenciones artísticas que le permite generar imágenes históricamente relevantes. Las otras dos alas de la exposición, “No tengo tiempo” y “Un tiempo sin reloj” giran en torno a obras en las cuales se resalta por qué el tiempo ya no nos pertenece (en la primera) y las propuestas son primordialmente conceptuales, en las cuales se resalta la importancia del artilugio reloj, una máquina capaz de medir el tiempo con exactitud. Y en la última, “Un tiempo sin reloj”, se resaltan obras que dan cuenta de otros modos de concebir el tiempo, así como experimentarlo y representarlo, especialmente en sociedades no occidentales, como el indigenismo, que busca ligarse a ciclos propios naturales. En este apartado hay manifestaciones que conciben y experimentan el tiempo desde posiciones más liberadoras o que discuten su regulación impuesta por la sociedad de consumo. Esta exposición es digna de verse y su curaduría es impecable, así como el escenario que se diseñó no solo para plantear y cuestionar algo tan importante para la sociedad actual, como es el tiempo, sino para develar los magníficos retratos de los reyes de España. *Cronos, o Chrónos, en la mitología griega, era la personificación del tiempo, según se dice en las obras filosóficas presocráticas y en la literatura posterior. Fue especialmente durante el Renacimiento cuando Chrónos se popularizó en la figura del Padre Tiempo, cuyos atributos son la barba larga blanca y una guadaña para segar las cosechas. Algunos estudiosos modernos también identifican al Tiempo con el Año — Eón (Αἰών, Aión)—, comprendido como el tiempo cíclico. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es marielasagel@gmail.com Colaboración especial para LatinPress® marielasagel@gmail.com

El Matadero de Madrid, ubicado en la Plaza de Legazpi y Arganzuela, fue un conjunto que en sus inicios era de cuarenta y ocho edificios dedicados a ser matadero industrial y mercado de ganado en las décadas de mediados del siglo XX, así como también fue un centro de reclusión de mendigos tras el fin de la Guerra Civil española, sin dejar de funcionar para el propósito que fue concebido. Hoy día es un Centro de Arte Contemporáneo y Espacio Cultural de primer orden, donde tuvimos la oportunidad de ver la exposición inmersiva de la “Leyenda del Titanic”, una experiencia fascinante en todo sentido. Entrada al Matadero El matadero fue construido entre 1911 y 1925. Entró en funcionamiento a partir de 1924, paulatinamente, y sus instalaciones permanecieron en uso hasta el año 1996. Fue diseñado como un “proyecto abierto”, con espacios que permitían futuras expansiones. A inicios de la década de 1980 sufrió cambios y remodelaciones, dejando libres algunos edificios en la zona norte que fueron incorporándose lentamente al ambiente cultural, abriendo la oportunidad a que se instalaran la Compañía Nacional de Danza y el Ballet Nacional de España. También se instaló un conjunto de invernaderos que reproducen el clima de zonas tropicales y subtropicales: el Palacio de Cristal de la Arganzuela. Vista de la explanada Tras el cierre definitivo del matadero, las instalaciones quedaron sin uso hasta que en 2003 se decidió transformarlo en un espacio cultural, que abrió sus puertas en 2007, conservando su arquitectura mudéjar, de ladrillo expuesto y adoquines, y ofreciendo amplias plazas donde presentar conciertos, servir bebidas y comidas, y espectáculos como el de la “Leyenda del Titanic”. Ayudó mucho que en 1997 se incluyera el Matadero en el Catálogo de Edificios Protegidos del Plan de Ordenación Urbana de Madrid, así como el soterramiento de la M-30 y la creación del parque Madrid Río (el Matadero colinda con el río Manzanares). Su diseño y otros detalles interesantes En 1899 el ayuntamiento de Madrid convocó a un concurso para la construcción del nuevo mercado de ganados y paradores en la dehesa de la Arganzuela. Se presentaron varios proyectos, siendo escogido uno de composición simétrica de pabellones en torno al edificio de administración, inspirado en los que ya se habían construido en París, Londres y, sobre todo, en Alemania. La construcción no se inició de inmediato, habrían de pasar ocho años mientras se hacían las adecuaciones como las vías de acceso al ganado, vías de ferrocarril, alcantarillado, inspección, etc. Era muy importante elevar la rasante del terreno, por la cercanía con el río Manzanares. El inicio de sus operaciones coincidió con el comienzo de la aplicación del Plan de Abastos y Mercados para la capital española, que permitiría crear una red de mercados en diferentes puntos de la ciudad. Durante la defensa de Madrid, (entre 1936 y 1939), sus instalaciones estaban muy cerca de la línea del frente, por lo que se emplearon algunas dependencias como depósitos de municiones. Tras el fin de la Guerra Civil (1939), algunos edificios siguieron funcionando como matadero, además de un almacén de patatas, y se habilitó una sección, en 1941 como un centro de reclusión de mendigos, que llamaron “albergue”. El aforo alcanzó la cifra de 3,000 personas y eran traídos contra su voluntad. Fue una forma de “limpiar” las calles de personas sin hogar –generalmente del bando perdedor – y se amparaban en la ley de vagos y maleantes promulgada en 1933. Posteriormente, en 1941, se habilitó un segundo albergue con 500 plazas que se destinaron a los hijos de los mendigos que ya estaban recluidos, llegando a tener unos 4,000 infantes. Esto no fue óbice para que el matadero siguiera funcionando como tal, se construyó un pabellón de autopsias y en 1945 varios abrevaderos. Al incorporarse el Reino de España a la Comunidad Económica Europea, en 1985, se realizaron adecuaciones para adaptar el matadero a las normativas europeas. Su clausura, en 1996, se prestó para varias propuestas de uso, entre otros como Museo de Arquitectura, Bibliotecas Municipales, Centro Comercial, y relacionados. El nuevo plan General de Ordenación Urbana de Madrid incluyó, en 1997, al Matadero en el catálogo de Edificios Protegidos, como se indicó al comienzo de este artículo. En total son 64 edificios (inicialmente eran 48) construidos en piedra berroqueña de zócalos, ladrillo visto y mampostería descubierta al exterior. Siguen el estilo toledano típico de la región de Castilla, con claros trazos de estilo mudéjar y mantiene el hilo conductor de las funciones diarias del mercado de ganado como son la estabulación, sacrificio y finalmente, la venta en el mercado de abastos. La conversión del Matadero de Madrid en un espacio cultural formó parte de otras iniciativas de restauración en España, como la Laboral de Gijón y la Tabacalera de San Sebastián. Su creación, en 2006 es parte del Área de gobierno de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid. Debido a sus antecedentes, tiene un gran valor patrimonial y arquitectónico y da gusto ver los azulejos típicos de estilo mudéjar en las paredes de ladrillo visto. La inclusión a mediados del año 2011 en el Parque Madrid Río hace que el Matadero sea un espacio cultural dentro de un parque, situado en la ribera del Río Manzanares, entre el Puente de los Franceses y el Nudo Sur. Sus instalaciones están dedicadas a exposiciones temporales, al diseño y a la actividad teatral, así como a dar lugar a distintos eventos sociales. Promueve la cultura y el debate y sirve de espacio recreativo. En ese amplio espacio pudimos disfrutar de la «La Leyenda del Titanic, la exposición inmersiva«, una superproducción de MAD Madrid Artes Digitales donde el visitante explora en primera persona los espacios, la historia y el trágico final del trasatlántico más famoso de todos los tiempos. La muestra permite al espectador, gracias a la tecnología de punta que utiliza, sumergirse de lleno en uno de los eventos más impactantes del siglo XX y disfrutar de más de 1.200 m2 de proyecciones 360º que transmiten cada detalle de la travesía del buque. Este tipo de exposiciones inmersivas se han puesto de moda y me ha tocado ver la de Sorolla en Barcelona, al igual que la de Van Gogh y de Klimt en otras ciudades del mundo. Son fáciles de montar y se necesita espacios con alturas para la interacción de proyectores. Uno se sumerge en ellas de manera extraordinaria. En ésta del Titanic se pueden además, recorrer la recreación de los camarotes de tercera y primera clase, escuchar la orquesta en su última canción mientras el banco se hundía o explorar las profundidades del Atlántico hasta el fondo del naufragio. La recreación también incluye fotos de la época, el menú que se servía, la vajilla y cristalería y fotos de algunos de los que se ahogaron y hasta de los que sobrevivieron. Esta exposición inmersiva se estrena mundialmente en este magnífico complejo y es una experiencia única, la oportunidad de viajar por la historia del naufragio más sonado de la navegación mundial, que ha producido películas, libros y han corrido ríos de tinta en torno a sus desenlaces –y siguen corriendo–. En el amplio complejo del Matadero de Madrid se estableció la Casa del Lector, que es un Centro Internacional para la Investigación, el Desarrollo y la Innovación de la Lectura, que ocupan dos naves que se usaban para el degüello de vacas. También funciona una cineteca que consiste en una hemeroteca visual dedicada al cine de no-ficción y cuyo diseño permite contar con dos salas de cine, un plató de rodaje, un archivo documental, una cantina y un espacio de terraza que permite realizar proyecciones cinematográficas en los meses de verano. La cantina se encuentra en la antigua zona de calderas, justo cerca a la chimenea. Las salas de cine corresponden a los espacios donde se almacenaban los bloques de la antigua fábrica de hielo. Hay una sala dedicada al guionista español Rafael Azcona, con la capacidad para 250 personas y tiene como función la difusión de la obra de cineastas y creadores televisivos españoles e internacionales. Adyacente a este espacio hay una sala polivalente con un aforo para 70 personas. Siendo parte del patrimonio industrial del sur de la ciudad de Madrid, su arquitectura neomudéjar y su distribución de espacios ha dado permitido erigirse en un espacio dedicado a la inspiración de artistas plásticos. También ha sido escenario para el rodaje de algunas películas españolas como la dirigida por Pedro Almodóvar llamada “Matador” (1986), rodada en el espacio entre las naves de degüello. El director Fernando Trueba rodó en 2001 unas escenas de “El embrujo de Shanghai”, que evoca el ambiente asiático con la arquitectura neomudéjar de las naves de degüello. Igualmente, la cadena de televisión Antena 3, grabó en 2001 las primeras temporadas de la serie “Un paso adelante” en los exteriores de la Escuela de Artes Escénicas. Este mismo escenario se retomó en 2022 para la secuela de la serie musical Upa Next. En el año 2013 se utilizó la imagen del exterior de la nave 16 para ambientar la versión española de Máster Chef, y así, muchas otras producciones se han rodado en tan magnífico espacio. Desde su construcción y concepción, a comienzos del siglo XX, el Matadero de Madrid ha tenido un impacto social en la sociedad madrileña que no debe pasarse por alto, especialmente en la zona sur de la capital. Era una fuente de trabajo a los emergentes barrios obreros en la zona de Arganzuela y hasta surgieron de sus entrañas historias populares, como el acaecido con una res que escapó y causó pánico en las calles de Madrid, y que acabó sacrificada en la Gran Vía por un torero, nada menos. Su producción como matadero fue fundamental para la provisión oportuna de productos cárnicos propios de la gastronomía popular, por ejemplo, las gallinejas*. Sin embargo, como centro cultural desborda las expectativas, su plazoleta central se presta para deambular por sus puestos de comida y tiene un escenario donde vimos cantar a un grupo cubano. Y la experiencia de la exposición inmersiva, junto a la historia allí mostrada resultó inolvidable. *Las gallinejas son tripas de cordero o cabrito La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es marielasagel@gmail.com Colaboración especial para LatinPress® marielasagel@gmail.com

En la Calle Princesa, del centro de Madrid, se erige el Palacio de Liria, una de las residencias privadas más importantes de la capital del reino, construido entre 1767 y 1785. El III duque de Berwick y de Liria, don Jacobo Fitz-James Stuart y Colón ordenó su construcción, dentro de un estilo neoclásico, de planta rectangular, alargada y compacta en su interior, de apariencia sobria y con hermosos jardines pulcramente diseñados que lo rodean. Posteriormente el XVII duque de Alba, don Jacobo Fitz-Stuart y Falcó planteó varias reformas, que le dieron valor agregado a la edificación, en el siglo XX. Se decía que el Palacio de Liria fue el primer edificio de Madrid digno de armonizar con el Palacio Real, no tanto por la similitud en su estilo neoclásico, sino por las variantes que existen entre ellos: el palacio de Liria no fue construido próximo al paseo del Prado, sino a las afueras de la ciudad, cerca de la puerta de San Joaquín, que marcaba el límite de Madrid por el noroeste. Hoy su estética es de estilo romántico inglés, compuesto de un prado central con centenarios magnolios, cedros, castaños, tejos o cipreses y rodeado de caminos, mientras que la parte de atrás fue rediseñada en 1916, recuperando la impronta clasicista que formaban el parterre, la fuente central y arboledas decoradas con esculturas antiguas y modernas. El III duque de Berwick, Jacobo Fitz-James Stuart era nieto del mariscal inglés Jacobo Fitz-James, hijo natural del rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda, Jacobo II Estuardo y de Arabellla Churchill, hermana del I duque de Marlborough, John Churchill. El mariscal de Berwick fue educado en Francia, después de que su padre fuese destronado tras lo que se llamó “Revolución Gloriosa” de 1688. Después de algunas batallas victoriosas en la Guerra de Sucesión Española, el rey Felipe V le concedió el mayorazgo y título de duque de Liria (localidad valenciana) y de allí se asentaron en España. La madre de don Jacobo era hija de la duquesa de Veragua, heredera directa de Cristóbal Colón, y por tal motivo, en esa mansión se custodian los archivos de la Casa del Alba, el mayor conjunto de autógrafos originales del Almirante Cristóbal Colón. EL PALACIO DURANTE LA GUERRA CIVIL Durante la Guerra Civil Española, el palacio de Liria fue confiscado y el XVII duque de Alba, a la sazón dueño de la edificación y abuelo del actual duque don Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo fue designado embajador en Londres. En noviembre de 1936 el palacio fue bombardeado y saqueado, solamente quedaron en pie sus cuatro fachadas, pero las pérdidas en el interior fueron incalculables. Las principales obras artísticas pudieron ser salvadas gracias a la labor de una Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico de la República Española, organismo creado a principios de la guerra para hacer frente a los saqueos y destrucciones. La mayor parte de la colección de pintura se trasladó del Museo Nacional del Prado a la sede de la Sociedad de Naciones de Ginebra. Los muebles, documentos y libros de vitrinas y otros objetos de valor fueron guardados en diferentes lugares de Madrid, como el Banco de España, la embajada inglesa o la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Tras la contienda, tomó más de 15 años recuperar los bienes, aunque se perdieron más de sesenta cuadros, muebles, lámparas, alfombras y otros objetos. Casi todo el archivo administrativo de ricos fondos documentales fue presa del fuego, lo que representaba casi un noventa por ciento del acervo y más del cincuenta por ciento de los libros de la biblioteca. Una vez finalizada la Guerra Civil, y habiendo cumplido con su misión en la embajada española en Londres. en 1945, el XVII duque tomó la decisión de reconstruir el palacio. Contrató a destacados arquitectos, pero su prematura muerte le impidió verlo terminado, dejando a los XVIII duques de Alba, doña Cayetana* y don Luis Martínez de Irujo este legado quienes, invirtiendo grandes esfuerzos y dedicación, culminando su remozamiento y decoración, a la vez que ampliaron la colección de pintura, muebles y otros elementos decorativos, enriqueciendo la colección existente y devolviendo el esplendor de antaño al mítico palacio. Hoy día es la residencia del XIX duque de Alba, don Carlos Fitz-James Stuart y sede de la Fundación Casa de Alba y sus colecciones de arte son consideradas de las más destacadas del mundo. En el Palacio de Liria se puede vivir la historia de uno de los más distinguidos linajes de España y el recorrido de sus salones nos permite sentir la huella de los siglos pasados y conocer, no solo la historia de una de las familias más notorias de España, sino algunos de los acontecimientos más importantes de España y del mundo. Su colección histórico-artística fue incorporándose gracias a la labor de mecenazgo y coleccionismo de los duques de Berwick y Alba durante más de quinientos años. Pintura, escultura, tapices, muebles, grabados, documentos y libros, además de porcelanas y otros objetos de arte se reparten por los diferentes salones, ofreciendo una colección única. No faltan obras de los grandes maestros como Goya, Velásquez, Murillo, Zurbarán, Greco, Rubens, Tiziano, y muchos otros. El palacio también ha sido visitado por personalidades mundiales como Arthur Rubinstein, Winston Churchill, Theodore Roosevelt, Oscar Wilde, Igor Stravinski, José Ortega y Gasset y Charlie Chaplin, entre muchos otros. LAS CARTAS DE COLÓN Esta magnífica exposición que pude visitar recientemente explora la relación de la Casa de Alba con el continente americano a través de su patrimonio histórico artístico. Por primera vez se muestran 24 cartas autógrafas de Cristóbal Colón y otros documentos colombinos junto a la selección de importantes papeles americanos del archivo del palacio de Liria, junto a pinturas, esculturas, artes decorativas y arte virreinal del patrimonio americano de la Casa de Alba. La responsable de esta colección invaluable fue Rosario Falcó, entonces duquesa de Alba, que era una mujer de una curiosidad incisiva y adelantada a su tiempo. Ella estaba ordenando papeles administrativos que iban a tirar, a fines del siglo XIX y encontró estas cartas con la rúbrica de Cristóbal Colón. Tuvo la visión de darle el valor que tenían estos escritos, y se encargó personalmente de traducirlos, de publicarlos y también de archivarlos para que se conservaran en buen estado y se pudieran apreciar como ahora. Y en esta ocasión, por vez primera, se muestran a los ojos del mundo. Hay cartas personales del almirante más íntimo, documentos enviados a los Reyes Católicos en los que da queja de la pérdida de sus privilegios e incluso, un recibo con el sueldo que recibieron los marineros que se enrolaron con él en aquel primer viaje a América. Joyas documentales que han sido reunidas en “Cartas de Colón, América en la Casa de Alba”, una exposición que no solo muestra esos papeles, sino que recorre la historia de cómo llegaron a Liria, cómo fueron descubiertos y cómo se han conservado estos documentos y otros imprescindibles para comprender la historia de América, el continente. «Colón debía escribir una barbaridad. Hay cartas sobre su caída, hay memoriales reivindicando a los Reyes sus derechos, escritos sobre sus asuntos económicos, cartas a su amigo el padre Gorricio diciéndole que no puede zarpar porque hay mal tiempo en el Estrecho, a sus cuñados…Y también la más bonita, que escribió a su hijo Diego, en la que se despide con un ‘Tu padre que te ama como así’. En esa carta, le cuenta que le envía otra para la reina junto a una pepita de oro de un kilo. Y le dice que se la dé después de comer, que estará más dispuesta a oírle», detallaba en la presentación de la muestra Consuelo Varela, investigadora de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y especializada en la figura de Cristóbal Colón, quien ha comisariado esta muestra junto al director cultural de la Casa de Alba, Álvaro Romero. «Las exposiciones en general presentan a Colón como el descubridor, el colonizador, el mataindios… Aquí hemos querido contar cómo era el hombre», añadió Varela antes de relatar con Romero cómo era el Almirante: un hombre coqueto, preocupado por la calvicie, y de carácter difícil. Además de las cartas, en el Palacio de Liria se muestra el Cuaderno de a bordo de Colón, donde de su puño y letra pintó el norte de La Española (hoy República Dominicana y Haití) y que él pensaba que era tierra firme y no una isla. Gracias a préstamos de otras instituciones, se puede ver de cerca su testamento o algunos de los retratos que a lo largo de la historia se han pintado de él, a pesar de que no se conoce su aspecto real. Las cartas de Colón llegaron a la Casa de Alba en el siglo XVIII gracias al matrimonio entre el II duque de Berwick, Jacobo Fitz-James Stuart con Catalina Colón de Portugal, duquesa de Veragua y descendiente del almirante, a quien le tocó librar varios litigios familiares para heredar las misivas, que luego pasaron a ser propiedad de su hijo. De Rosario Falcó hay que resaltar, además de su visión y compromiso, bisabuela del actual duque de Alba, que era muy trabajadora y murió con apenas 47 años y que no llegó a ser miembro de la Academia de la Historia por el simple hecho de ser mujer. Pero no solo esos tesoros esconden la Casa de Alba. Además de su relación con el gobierno de los virreinatos americanos “hubo un duque que fue presidente del Consejo de Indias. Y en aquel tiempo, era algo habitual llevarse los papeles a casa”. Eso lleva a identificar el archivo de la Casa de Alba en uno de los archivos privados más importantes relacionados a la Historia de América. En algunos de esos documentos americanos se habla del mestizaje. Está la carta de legitimización de Francisco Pizarro, que tuvo dos hijos mestizos con una princesa inca y le pidió al rey que los reconociera como legítimos. Hay cédulas reales donde la Corona pide que no se esclavice a los indígenas americanos y otras que fomentan el matrimonio entre españoles e indias. También se muestran cartas de personajes como Miguel de Legazpi, Núñez de Balboa o Ponce de León, nombres que escribieron la historia de América. Otras joyas que destacar es el Nobiliario de Indias, un conjunto documental formado por 232 escudos que los Reyes Carlos V, Juana I y Felipe II entregaron a ciudades, conquistadores españoles y nobles indígenas como Moctezuma, papeles de gran valor histórico y artístico. También se pueden apreciar objetos muy valiosos, como cofres y arcas, decorados en plata y carey, producidos en los virreinatos americanos, para completar esta magnífica muestra que valida el vínculo que desde hace siglos une a América, la Casa de Alba y el Palacio de Liria que, por si fuera poco, terminó de construirse con las rentas del otro lado del océano. *Cayetana fue la rocambolesca Duquesa de Alba que murió en 2014, se casó 3 veces y tuvo 6 hijos, el mayor de ellos es el que vive en el Palacio de Liria. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es marielasagel@gmail.com Colaboración especial para LatinPress® marielasagel@gmail.com