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El filósofo, escritor y cineasta francés, Guy Ernest Debord, en su obra cumbre: "La sociedad del espectáculo" explicó cómo las sociedades modernas, dominadas por la lógica del consumo y la producción, transforman la vida real en una sucesión de imágenes. Lo que antes se vivía de manera directa, hoy se convierte en una representación; la realidad fragmentada se reorganiza en un pseudo-mundo autónomo, hecho para ser contemplado. Según Debord, el espectáculo no es solo una colección de imágenes, sino una relación social mediada por apariencias, donde lo no viviente suplanta lo vivido. Estas reflexiones, lejos de ser abstractas, permiten interpretar fenómenos visibles en nuestro país, donde una ascendente e impactante sociedad de consumo, se expresa en la obsesión por aparentar, en la cultura de las redes, en los discursos vacíos convertidos en espectáculo, en la figura de la "vedette pública": aquella persona que concentra lo visible, pero se presenta despojada de autenticidad. Como advierte Debord, esta figura no representa al individuo, sino su disolución; su función es modelar la obediencia al orden establecido, simulando decisión, éxito y plenitud. Desde esa perspectiva, este autor, enfatizó que el consumo se presenta como libertad, pero homogeniza deseos y acentúa las diferencias. En lugar de fortalecer la conciencia crítica, se ofrece una felicidad uniforme y superficial. Así, en medio de vitrinas repletas, pantallas brillantes y gastos superfluos en lugares exóticos, se ha impuesto una forma de vivir donde lo esencial se diluye. La banalidad encubierta por el brillo de lo nuevo, ha colonizado incluso nuestras formas de pensar y soñar, dejando a muchos atrapados en una existencia de apariencias, sin profundidad alguna ni dirección real. En una era donde lo real parece pasado de moda y "todo se parece, pero nada es", cabe resaltar, la figura de José Alberto Mujica Cordano, que más allá de su fallecimiento, emergió como un símbolo de coherencia y autenticidad. Con un estilo de vida atípico dentro de la clase política latinoamericana, un lenguaje franco y directo sin ser guiado por una asesoría comunicacional, cada palabra y acción lo convirtieron en un ejemplo de coherencia, en un referente a nivel mundial. Sin proponérselo marcó un paradigma sin igual en una época, caracterizada por una generación actual que sigue a los que más tienen, sin importar cuales sean sus valores, Mujica es la antítesis del “aparataje, parafernalia y todo signo de ostentación” que vemos de manera frecuente, una conducta propia de políticos anclados en el pasado, generando el rechazo de los ciudadanos conscientes, deseosos de tener políticos estadistas, que sean como “uno más del pueblo”, no fabricados por el “marketing”. Conocido como “el presidente más humilde del mundo” nunca renunció a sus raíces, viviendo acorde a sus principios, con una fuerte convicción, se erigió como uno de los líderes más queridos del planeta, sin las técnicas propias de la publicidad. En la actualidad, cuando algunos políticos recurren a cualquier tipo de artificio o artimaña para quedar bien ante sus representados, o dominar los algoritmos, Mujica basaba su comunicación centrada en sus valores con sobrada honestidad, no en la búsqueda insaciable del "like" en redes sociales. No necesitaba ninguna escenografía, pues la coherencia era su mensaje. Cada una de sus intervenciones públicas colgadas en el internet y en las redes sociales, son dignas de admirar con poderosos y esperanzadores mensajes de cómo entendía y vivió la vida, los cuales circulan con fuerza y resonarán en la posteridad por su sencillez, y desapego al poder. Rechazó los lujos del poder que tanto seducen a los egos frágiles, cuando fue presidente de la República Oriental del Uruguay, en el período comprendido entre los años 2010 y 2015, para seguir viviendo en un modesto terreno rural su “chacra” rodeado de sus mascotas, y su icónico volkswagen escarabajo convertido en una “leyenda” lo acompañaron hasta su último día, siempre estuvo consciente de que para trascender no tenía que “blindar los cristales de su vehículo”, sino inspirar, predicando con el ejemplo, sin necesidad de abrir la boca. Paradójicamente era un político que no se parecía a los políticos comunes. Su figura nos recuerda que la política no tiene por qué estar condenada a la desconfianza, y que tal vez —solo tal vez— todavía haya espacio para la dignidad en medio del espectáculo. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

La economía del bien común, sustentada por este sociólogo austríaco, se presenta como un modelo alternativo al capitalismo de Estado que ha hundido a Europa en la crisis económica actual. Felber, plantea una serie de valores medibles: confianza, honestidad, responsabilidad, cooperación, solidaridad, generosidad y compasión, entre otros. Se basa en el principio constitucional que reza: "Toda actividad económica sirve al bien común", recogido por algunas Constituciones modernas. El balance del bien común, se mide sobre la base de cómo una empresa mantiene la dignidad humana, la solidaridad, la justicia social, la sostenibilidad ecológica y la democracia con todos sus defensores. Para los promotores de la economía del bien común, aquellas empresas que les guíen esos principios y valores deben obtener ventajas legales que les permitan sobrevivir al afán de lucro y la competencia capitalistas. Siguiendo estos criterios, se estructura una clasificación de las compañías, que será la que las haga merecedoras de mayores o menores incentivos, para permitir que las empresas más justas sean competitivas frente a aquellas que pasan por encima de reglas y valores, compitiendo de manera desleal, con trabajadores explotados y salarios miserables. El balance económico y la obtención de beneficios monetarios pasarán a un segundo plano. Como complemento a esta economía empresarial, se intentará poner límites superiores e inferiores a lo que sería considerable como ético, por ejemplo, no se consideraría ético un patrimonio personal superior a diez millones de euros, o un salario superior a veinte veces el mínimo o básico. Con estos principios, se pretende poner freno a la desigualdad social, que la seguirá habiendo pero en menor medida. Y aunque les parezca increíble, este modelo ya es una realidad en trescientas cuarenta empresas de cuatro países de Europa, a saber: Alemania, Austria, Italia y Suiza. La valentía con que Christian Felber refuta al actual modelo capitalista, es algo que invita a seguirlo. La economía del bien común tiende a ser una forma de economía de mercado pero en esta polaridad de motivos y objetivos de las compañías, se invierte y se pasa de un modelo que busca la competencia y la maximización de ganancias a una estructura orientada a la búsqueda del bien común, donde el propósito es la satisfacción de la comunidad. Fomentar la confianza, la responsabilidad social, la solidaridad, la cooperación, el apoyo recíproco entre los trabajadores y sus empleadores, son patrones de un comportamiento humano que están muy arraigados en la civilización occidental. Volver a ellos y recordar que existen puede dar luces en la oscuridad de un sistema capitalista de Estado, basado en la usura y la crematística más despiadada contra los seres humanos, en la que han imperado los principios de la depredación y el agotamiento de los recursos naturales. La actual crisis capitalista responde a un derrumbe de la ética, la moral, y la recomposición de estos valores, bien puede ayudarnos a encontrar el camino perdido que, como humanidad, necesitamos retomar. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

Estamos inundados de noticias e imágenes aterradoras que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos en nuestro interior un enorme decaimiento al no poder intervenir. Quizás tengamos que fortalecer el corazón, entendernos entre nosotros, para superar la indiferencia y nuestras pretensiones mundanas dominantes, que lo único que hacen es encerrarnos en nuestro entorno, con espíritu egoísta y soplo impasible, llevándonos a un horror inimaginable. Sin duda, la falta de actuación colectiva, nos recuerda que ninguna sociedad es inmune al odio, lo que requiere de todos nosotros un compromiso que frene esta situación desconcertante, que aviva la división continuamente, en lugar de forjar una sensibilidad social y transmitir calor de hogar. Bajo esta situación tenebrosa que sufrimos, todo se desvanece, hasta la misma esperanza existencial. Hoy más que nunca, urge actuar, al menos para cultivar la relación y la corporación social, con el vocablo sensato de un hacer y de un obrar solidario, volcado en entenderse y atenderse mutuamente, previniendo las continuas violaciones de los derechos humanos, exigiendo responsabilidades a los que las incumplen. Seamos justos y claros, para empezar, debe garantizarse el acceso humanitario sin trabas, máxime cuando falla lo esencial, los alimentos y hasta la cobertura sanitaria universal, que se ha estancado en todas las regiones del mundo, mientras crece el ciclo de las desigualdades en materia de salud y educación pública, así como la vorágine de tristeza y soledad que embarga las almas de los más vulnerables. Utilicemos todos los medios diplomáticos, para lograr un alto el fuego y una concordia verdadera. En todo caso, resulta preocupante el cambio de prioridades; y así, en lugar de utilizar los fondos para hacer frente a los urgentes desafíos mundiales como la pobreza y el hambre, se están redirigiendo cada vez más recursos hacia la compra de armamentos y al cierre de fronteras. Sea como fuere, nos hemos globalizado y no podemos permitir que las generaciones actuales y las nuevas pierdan la memoria de lo ocurrido con las hostilidades, retentiva que ha de ser garantía y estímulo para construir un porvenir más armónico y fraterno. Por desgracia, a poco que nos adentramos en los desgarradores testimonios de supervivencia actuales, nos daremos cuenta que el recorrido hacia la reconciliación y la justicia está distante; al mismo tiempo, que las tecnologías digitales están siendo utilizadas como armas para enardecer el rencor, avivar la fragmentación y difundir patrañas. En este sentido, recientemente el secretario general de la ONU, llamaba a la comunidad internacional, a trabajar para frenar esta marea de enemistades, antes de que el descontento mute en un sinfín de brutalidades. Promover y apoyar iniciativas de diálogo, trabajando de forma conjunta y de manera creativa, redescubriéndonos unos a otros de manera cooperante, será un modo sabio de recuperar otro soplo más benigno y menos cruel. El discernimiento nos debe llevar a diferenciar al que se regocija en una posición, y al que deposita su bienestar en el principio de la honestidad, para no sucumbir en las aguas negras de las conquistas deshonrosas. Esta virtud nos hace madurar las decisiones asumiendo la independencia de criterio, para no negociar los principios subordinados al rol de los oportunistas, serviles, aduladores, mercaderes de la opinión pública y recaderos a sueldo. La verdadera independencia de criterio nos hace libres de la arrogancia, diferenciando y corrigiendo nuestras ideas; por el contrario, el inepto es obstinado identificando las cosas, pero no su propia ignorancia. Debemos, pues, independizarnos de los simuladores de saco y corbata, creando una frontera de la que no se escapen ciertos individuos que pululan en el ambiente político y social. El bien es la carrera que Dios le ha trazado al hombre y la felicidad es la meta; la libertad de expresión no puede ser coartada, privando la independencia de criterios. Es necesario, por consiguiente, renacer para ponerse de nuevo en el camino correcto, distanciándonos de las diatribas personales y de las vanidades. Indudablemente, la senda es cuesta arriba, más mística que mundana, lo que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración, si en verdad queremos extirpar la inequidad y la injusticia. Este tiempo meditativo por el que ahora transitamos, debe movernos a interrogarnos para buscar, y no evitar, a quien es un desfavorecido del sistema; para llamar, y no ignorar, a quién desea ser oído y recibir unas sinceras palabras de aliento; para acoger, y no abandonar, a quien sufre el aislamiento y el suplicio. Al fin y al cabo, no hay mayor recogimiento que acoger los corazones heridos, de latidos despreciados, actuando de modo que nadie se quede atrás. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

Vivimos en una época en la que la información está al alcance de un clic, pero la sabiduría parece escasear. Las redes sociales nos bombardean con contenido superficial, la desinformación circula sin control y muchos confunden la fama con el conocimiento, como si ser famoso fuera sinónimo de ser ilustrado, capaz o sabio. Recordemos la frase de Voltaire: "Cuanto más se repite la estupidez, más adquiere la apariencia de sabiduría". Ante esta realidad, las ideas del humanista Erasmo de Rotterdam (1466-1536), siguen siendo más relevantes que nunca. Su mensaje es para intelectuales, historiadores y todos aquellos que desean comprender el mundo y actuar con criterio propio. Erasmo fue un pensador que desafió las normas de su tiempo. En su obra: "Elogio de la locura" criticó la hipocresía de quienes se creen sabios solo porque ostentan títulos o porque siguen ciegamente lo que otros dicen, sin cuestionar nada. Para él, la verdadera sabiduría no era acumular datos, ni repetir lo que otro había afirmado, sino desarrollar el pensamiento crítico y distinguir entre la verdad y la manipulación. Hoy, en Ecuador, enfrentamos desafíos similares a los que preocupaban a Erasmo hace más de 500 años. Vemos cómo muchos confían más en rumores que en la razón y cómo la falta de educación crítica, perpetúa ciclos de pobreza y desigualdad. La pregunta es: ¿qué podemos hacer, sobre todo con los jóvenes, para cambiar esta realidad? Erasmo de Rotterdam entendía que el conocimiento es poder, pero también responsabilidad. En su obra: "La educación del príncipe cristiano" un libro en el que aconsejaba a los futuros gobernantes, explicaba que un líder ignorante puede destruir una nación, mientras que uno bien educado puede transformarla para bien. Esta enseñanza no solo aplica a los políticos, sino a todos los ciudadanos. Cada joven que se esfuerza por aprender y por pensar con independencia, se convierte en un agente de cambio en su comunidad. El problema en nuestro país no es la falta de talento o capacidad, sino la falta de estímulo para que los jóvenes descubran su potencial. Muchas veces se nos enseña a obedecer sin cuestionar, a conformarnos con lo que hay, en lugar de aspirar a más. Este filósofo humanista, nos recuerda que la verdadera sabiduría nace de la curiosidad y del inconformismo positivo, de hacerse preguntas y buscar respuestas más allá de lo superficial. Hoy, necesitamos imperiosamente, jóvenes que se atrevan a pensar, a leer, a cuestionar lo que no tiene sentido y a no dejarse llevar por las apariencias. La sabiduría no es solamente para académicos; es para cualquiera que quiera tomar mejores decisiones en su vida. Nadie te puede quitar el derecho a aprender. Leer un libro, investigar, formarte en lo que te apasiona; todo eso te da una ventaja que nadie podrá arrebatarte. No te conformes con la ignorancia disfrazada de entretenimiento, ni con la mediocridad disfrazada de éxito. En la actualidad, es crucial que los jóvenes aprendan a diferenciar entre lo esencial y lo superficial. No se trata de saberlo todo, sino de desarrollar la capacidad de discernir, de no dejarse engañar por discursos vacíos. Nuestro país necesita mentes despiertas, jóvenes que se atrevan a ser diferentes, a formarse y a liderar con conocimiento. Si queremos un mejor país, el cambio empieza por cada uno de nosotros. El poder del conocimiento en la transformación social, será el camino a recorrer. La pregunta final, es: ¿te conformarás con lo que otros quieren que pienses o decidirás buscar tu propia sabiduría? La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

Intentar defender los intereses de nuestra nación, cumpliendo con el propósito de ser ojos, voz y luz, obliga necesariamente a fijar posiciones frente a las decisiones gubernamentales, que se van tomando en el día a día. La inversión de los papeles en nuestra vida cotidiana y el sistema establecido, han hecho que el pueblo sea para las políticas públicas y no que las políticas públicas sean del pueblo, por y para el pueblo. Sustituir el beneficiar al país y sus ciudadanos con políticas públicas, por beneficiarse personalmente a la vez de que beneficiamos a nuestros allegados, se ha convertido en la norma y por eso los grandes despropósitos y burlas que desde el sector público, se han hecho contra la nación ecuatoriana. Pero como contrapartida a estos enfoques “pro lo que sea, por ser parte del reparto del botín”, a tener la etiqueta de fiel opositor, están los que pertenecen realmente a una parcela política, que se dedican a hacer la contra de todo lo que se hace, porque hay que hacer oposición. También está el papel del periodista o de la prensa que siempre está encima de todo el accionar público, y pone de relieve tanto lo bueno como lo malo en una gestión de gobierno. De ahí la estrategia implementada, de alquilar los medios para su beneficio, es decir, para minimizar los impactos de las malas prácticas y maximizar los eventos que puedan hablar bien de la gestión gubernamental. Una manipulación descarada criticada por todos los ecuatorianos sensatos. Existe una línea muy fina entre los que se oponen porque son oposición, y los que se oponen porque desean beneficiar a nuestra nación. Estos últimos, son capaces de enfocar los problemas, sin pensar en banderías políticas y saben colocar los puntos sobre las íes, sin importar a quien le sirva el sombrero. En el fondo de toda esta temática, está el combate a la manipulación de la verdad, el poner en blanco y negro el acontecer nacional, y en dejar de lado las malas prácticas de nuestra desgastada partidocracia, aunque sean las mismas utilizadas en otras partes del mundo. Latinoamérica ha estado presa precisamente de los malos gobiernos, que se han ocupado de devastarla. La pillería de cuello blanco, la corrupción, el aprovechamiento de los poderes públicos, para el enriquecimiento ilícito y la creación de mafias han sido una constante. Hacer crecer el nido de víboras en Estado Nación, llegó a ser la norma y de forma triste, el pueblo ecuatoriano también compite por los primeros lugares en corrupción, a nivel global. Pero siempre fue así, ¿porque lo quieres cambiar?, sigue el ejemplo de los demás, no seas tonto, "estás tirándole piedras a la luna", me decía un dilecto amigo. Las veces que nuestra nación ha intentado hacer un alto en el camino, fueron y son nuevas manipulaciones de la conciencia nacional, con más promesas incumplidas, repitiéndose el círculo vicioso hasta el infinito. La capacidad corrupta que muchos han desarrollado, nos hace pensar exclusivamente en el beneficio personal de los que pululan en el poder político, aunque sabemos que estamos sumando más deterioro a nuestra nación, como conglomerado social. Basados en esta norma que casi siempre es acompañada por la célebre frase: "ahora me toca a mí", y el apoyo de los siempre aduladores que vociferan: “no seas tonto aprovéchate”, hemos desarrollado el prototipo de un arquetipo mental compartido culturalmente, por gran parte de la población del Ecuador. Luego nos damos cuenta que la cosa sigue mal, pero ¿qué importa si ya resolví lo mío?, “el que venga atrás que arree”. Y ahora cerramos el círculo con las delaciones premiadas, hasta hemos convertido el delito de cuello blanco en un delito mimado por el sistema, legalizado y deseable. Tremendo modelaje de inconductas. Intentar favorecer la verdad, lo correcto, lo ético, lo moral, lo justo, lo noble, lo bueno, como dice el consejo de Filipenses: "en eso pensad"; convierte necesariamente a los que se atreven a intentarlo, en un opositor fiel y eterno de las malas prácticas y de los que las utilizan. Procurar influir en los demás para el bien, implica establecer una línea divisoria entre lo correcto e incorrecto. Cuando hacemos esta distinción, se van separando de forma automática la luz de las tinieblas y quedando en claro, quienes son nuestros verdaderos enemigos, es decir, los auténticos enemigos del país. Hacer lo correcto implica apegarnos a principios y valores que adornan la moral y la ética en el quehacer público y privado, no para servir de trompetas mentirosas, que intentan soslayar lo evidente, con discursos falaces y medios alquilados para la mentira, sino con la sagrada verdad. Lo que está mal, lo que destruye el país, lo que atenta contra la soberanía sagrada del pueblo ecuatoriano, lo que hace a la familia ecuatoriana más pobre y la lleva a una peor calidad de vida, eso invita al combate sin cuartel, sin importar quién sea el gobernante. Por eso, es imposible callar o disfrazarse de ser cuadro político y luego intentar luchar por el bien, la justicia y la verdad. Ser militante de valores y principios, inhabilita de manera casi automática, el ser cuadro de un partido político en la República del Ecuador. La pragmática y dogmática política permea a todos los partidos sin excepción, llevan a una dialéctica mentirosa y poco meritoria, pues su único propósito es lograr el fin, que no ha sido el bien, y todo a cualquier precio. Las elecciones generales celebradas el domingo 9 de febrero de 2025, fueron muy interesantes. Porque algunos sangramos por la herida y otros que ya hemos definido una zona de confort, hace rato que nos olvidamos de luchar por un país mejor, y con todo nuestro derecho, nos quedamos contemplando el desastre, y solapadamente, nos aprovechamos del reparto de los nuevos actores del sistema. La partidocracia ecuatoriana y el sistema que la sostiene, están viciados y minados de mil artimañas, que no tienen nada que ver con llevar al país a un mejor porvenir. Las posturas de los partidos de oposición lucen tener precio aparente, cediendo por emolumentos tentadores, su pensamiento crítico y sus luchas aparentes en beneficio de nuestra nación. Los mismos novatos que lo han intentado más recientemente, se han convertido rápidamente en estrellas fugaces, que con un solo cruce estelar, ya han dejado de brillar, pues lo que en apariencia eran luces, han quedado develados como más oscuridad. Otros pensadores se acogen al mismo refuerzo Platónico, indicando que los buenos deben participar en política, para que los malos no sean los que lleven la voz cantante. En nuestra nación, los malos que al parecer están en todas las cúpulas políticas del sistema democrático, se han encargado de alejar cada vez más, a gente valiosa, porque proyectan el pecado mortal de tener un pensamiento crítico. De esta forma no serían jamás piedras en el camino, de los que tienen el firme propósito de llegar al poder, para beneficiarse y no para beneficiar a la nación. Intentar ser ojos, ser voz y ser luz, tiene un precio que puede significar el ostracismo. Esta misión nos permite decir en voz alta: la historia la cuento yo. Y con ello dejar un legado en papeles viejos del acontecer nacional. La práctica política ecuatoriana ha develado en la historia reciente, grandes falsedades y muchos farsantes. La mayoría, luego de una caminata sostenida, entusiasta y con un discurso en apariencia fundamentado en principios. Los más prestigiosos, cedieron a la tentación de lo material, claudicaron y han favorecido tranquilamente su beneficio personal, a cambio de su silencio inmoral. Figuras importantes, de relieve y de gran impacto nacional, han quedado como entelequias intelectuales, calladas por la oferta material, cayendo como ídolos falsos del altar. Todavía quedan algunos que pululan y baten sus alas de maldad sobre la conciencia nacional, pues alguien debe liderar la misión infernal, y mientras se enriquecen, intentan callar la verdad con injusticias. Mostramos una sociedad que pretende estar enriquecida en lo material, aunque empobrecida en lo moral y en lo ético, potencialmente nos han convertido en "sepulcros blanqueados"; donde el que menos corre, vuela, y donde el tener es más importante que el ser. Cuando empujamos el caballo para que camine por las rutas del bien, nos hace confrontar con la verdad al cuatrero de turno, y por ello se muestra la etiqueta, que estamos orgullosos de portar. Pues, significa que habremos cumplido con la misión sagrada de intentar ejercer un liderazgo para el bien. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

Vivimos en una sociedad en la que el lenguaje está tomando un fuerte componente de agresividad. Con mucha frecuencia, los insultos y los ataques entre las personas y los grupos políticos, provocan profundas heridas en la convivencia social. La teoría indica que cuando enfocamos nuestra mente en algo, y a esto le agregamos el sentimiento y la emoción para expresarlo, estamos exteriorizando y materializando un poder que afectará positivamente nuestro entorno. Las palabras son capaces de crear y sanar pero también destruir. Los seres humanos que practican el bien, tienen la habilidad de ayudar a sus amigos y ser solidarios con ellos. No temen mostrarse vulnerables, porque creen en su singularidad y están orgullosos de ser los que son. No dicen todo lo que saben, aprecian a los demás por lo que hacen; no son avaros ni envidiosos, actúan con serenidad y altivez; no hacen chismes de los comentarios que escuchan, saben callar y no se meten en lo ajeno. Aman y protegen a sus familias. En la prosperidad no se envanecen, y la desgracia no los doblega, porque confían en sus talentos, cualquiera sea su ideología o la creencia religiosa que tengan. Si cada uno de nosotros estuviésemos conscientes de que la energía liberada en cada palabra, afecta no solo a quien se la dirigimos sino también a nosotros mismos y al mundo que nos rodea, empezaríamos a cuidar más lo que expresamos a los demás. El lenguaje decadente está siendo utilizado cotidianamente entre nosotros. Este lenguaje suele expresarse en tres vertientes muy peligrosas para la paz social. La primera es la violencia verbal. Por la cual en el hablar, manifestamos la ira que habita en nuestro interior. Cuando esto ocurre, de nuestra boca salen palabras hirientes que humillan, injurian y desprecian a las personas. Cabe preguntarnos: ¿Por qué está tan extendido este lenguaje lleno de insultos? Generalmente, este comportamiento tiene su origen en el rechazo, la venganza, la antipatía, la envidia o también puede derivar de la inconsciencia. La maledicencia es otro rasgo negativo del lenguaje de mal gusto que usamos para referirnos a los demás. Muchas de nuestras conversaciones están cargadas de palabras que reparten condenas, siembran desconfianza, irrespeto y multiplican las sospechas. Son palabras que nacen de nuestra mediocridad y que no alientan ni construyen la armonía, sino por el contrario, crean ambientes muy negativos. Y una tercera vertiente de nuestras manifestaciones del lenguaje decadente, es la vulgaridad. ¡Cuántas expresiones groseras proferimos y escuchamos en cualquier ambiente! Desgraciadamente, no está de moda el lenguaje amable y de palabras educadas, parece que más impacta la chabacanería. Este fenómeno de convertir el lenguaje en un arma destructora, puede producirse en la familia o con los amigos, en los medios de comunicación, en la política, en las reuniones sociales, en las escuelas y colegios, en el deporte y hasta en el ambiente laboral. Ante esto, es necesario el "desarme de la palabra". Las armas no son solo los revólveres, los cuchillos o las bombas. Hay muchas formas de agredir, y una de ellas es con la palabra. Este tipo de desarme, es necesario que lo practiquemos todos. Este desarme ha de producirse rompiendo el individualismo y el desmesurado afán en la búsqueda de la eficacia y del éxito que arropan a nuestra sociedad. El desarme de la palabra se concreta, cuando cultivamos en nosotros la paciencia, el respeto, la discreción, la prudencia, la honradez y el sentido del deber. Ernesto Sábato, sostuvo: "Dentro de la bondad se esconden todas las formas de la sabiduría. Podemos afirmar sin ambages, que un Estado suele ser mejor gobernado por una persona buena, que simplemente por buenas leyes". El maestro Confucio, predicaba: "La bondad es el clima donde se desenvuelven todos los derechos humanos. Es cierto que no todas las personas pueden ser muy inteligentes, grandes e importantes pero todas pueden ser buenas". Para ser consecuentes, procuremos ser pacientes y humildes; hagamos algo por el bienestar de nuestros congéneres, concedamos la razón cuando la tienen; debemos reconocer nuestros errores y limitaciones; no nos creamos sabios ni poderosos; no humillemos ni acusemos a otros, por nuestros errores. No subestimemos ni censuremos la moral ajena. No nos conformemos con alabar y ponderar a las personas buenas, resulta mejor imitarlas y tratar de ser como ellas. La mejor manera de enfrentar al mal, consiste en practicar el bien. Procuremos no vencer la malicia con más maldad o con propósitos de venganza, sino con acciones bondadosas. El bien y la bondad, nos permiten superar las contrariedades de la vida y convertirlas en parabienes. Donde se encuentra una buena persona, nace y florece la esperanza, madura la empatía hacia los demás y se enciende la lámpara de la fraternidad. En consecuencia, hagamos del lenguaje un gran vehículo de comprensión, de comunicación, de cordialidad y, fundamentalmente de paz social. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

Ciertamente, Ecuador enfrenta una preocupante degradación del imperio de la ley, las normas y los valores morales. Hace casi 11 años, he venido denunciando lo que todos hemos observado desde los albores de la década de los noventa del siglo pasado: un deterioro progresivo de los valores humanos fundamentales, que deben inspirar el desempeño de una colectividad decente, con deriva hacia sus contrarios, es decir, transitando por el camino de un aumento de los antivalores. Pero, ¿es esta penosa situación privativa de nuestro país? No, en modo alguno. Y para muestra, cito una reflexión válida para estos tiempos: “Se ha creado un clima de desconfianza, recelo y competencia a degüello. Y en él, las semillas del espíritu colectivo y la ayuda mutua se asfixian, se marchitan y decaen” (Sygmunt Bauman). Lo anterior nos indica que, en todas las latitudes, hay personas muy preocupadas por el déficit que acusa la democracia actual como sistema político y el peligro que se cierne sobre ella, amenazando con hacer colapsar el sistema de partidos que la sostiene. Y más aún, que muchos pensadores se están ocupando del tema, al tiempo de hacer propuestas alternativas que propicien un debilitamiento de lo que a la filósofa política estadounidense Nancy Fraser, se le ha ocurrido identificar con el oxímoron “neoliberalismo progresista”, y por qué no, del naciente “populismo reaccionario”. Uno y otro constituyen un retroceso para que las comunidades rescaten esa armonía de propósitos nobles, que dan sentido a la democracia constitucional. En nuestro país, ese déficit de democracia nos sorprende cuando para nosotros apenas si constituye un ensayo, hasta la fecha frecuentemente interferido por la ineptitud de muchos que, por no encontrar otros espacios dónde ir a parasitar, se cobijan en la política y el Estado; y, hasta terminan siendo apreciados por los tontos útiles no solo como “avezados políticos”, sino también como nobles seres humanos y filántropos, cuando realmente son promotores del sistema político de la mendicidad, que provee el dinero de la receta, la urna para el fallecido y la ambulancia para trasladar a los pobres, cuando su salud se agrava. En la posmodernidad de figuras prefabricadas, algunos políticos y periodistas ecuatorianos, piensan que en el mundo solo brillan dos colores que se odian, invaden y destruyen. Ambos colores, turbios y mezclados ignoran lo que dijo en 1918, el célebre humanista y Premio Nobel de Literatura, Rabindranath Tagore, padre del nacionalismo en la India, aunque la frase suene un poco pesimista, señalaba: "...La historia ha llegado a un punto en el que el hombre moral, el hombre íntegro, está cediendo cada vez más espacio, casi sin saberlo (…) al hombre comercial, el hombre limitado a un solo fin. Este proceso, asistido por las maravillas del avance científico, está alcanzando proporciones gigantescas, con un poder inmenso lo que causa el desequilibrio moral del hombre y oscurece su costado más humano..." (Nacionalismo, 1917). Si bien la filosofía y la literatura han cambiado a la gente en su forma de pensar, es cierto que una especie de esclavitud se cierne sobre el hombre que ha desechado las asignaturas humanísticas de la gran mayoría de las carreras universitarias. Las profesiones de humanidades modernas carecen de ingresos mercuriales. Asignaturas como el derecho, religión, geografía, ciencias naturales, historia, filosofía, arte, dramaturgia y música, desde perspectivas históricas, parecen resistirse ante el poder de las autoridades académicas de hoy, empeñadas en dar a conocer el disparate de vivir con un calcetín agujereado dentro del cerebro. Nuestro reto es educar para mejorar el sentido selectivo de nuestra representación, que ese intento de hacernos ver el mundo a través de una sola perspectiva, es el responsable de ignorar que muchas democracias carecen de riqueza intelectual. Esto permite que un ser humano se sienta inferior ante sus pares, resignados a una vida irreflexiva. Toda democracia de ciudadanos carentes de empatía, engendrará de forma inevitable más formas de estigmatización y marginalidad, lo que agrandará sus problemas sociales, en vez de resolverlos. En otro de sus célebres ensayos, el escritor de origen hindú, aseguró que “al hacer uso de las posesiones materiales, el hombre debe tener cuidado de protegerse ante la tiranía de ellas. Si su debilidad lo empequeñece hasta poder ajustarse al tamaño de su disfraz exterior, entonces comienza un proceso de suicidio gradual por encogimiento”. Vivimos una crisis de proporciones gigantescas, a nivel mundial. Esto no es una nota de propaganda electoral, ni una alusión en busca de simpatías o intereses. Si no hay humanismo, no hay ni habrá democracia. La idea de que la educación siga influyendo de manera negativa en que el desarrollo económico, se traduzca en una mejor calidad de vida, es dislocada y con falta del más mínimo indicio de ética, en quienes la promueven. Debo afirmar que en mi propia experiencia, tuve maestros que no trataron de lavarme el cerebro con ideas absurdas, más bien, me enseñaron que el mundo no es solo un manantial de apariencias, sino un conglomerado de seres pensantes, que debemos rescatar. Hoy, se insiste en este plan educativo pernicioso para la democracia, porque no existen suficientes argumentos de que las humanidades constituyen los cimientos de una auténtica ciudadanía universal. Y los países que continúen descuidándolas, corren un inevitable peligro. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

El descuido del ser humano por la sociedad de la posmodernidad ha conducido a un resquebrajamiento de su conciencia moral. Asimismo, el abandono de la fe ha llevado a muchos, a una especie de “liberación” frente a los imperativos morales. No se trata de rechazo de una norma concreta o de otra, sino de un auténtico “vaciamiento ético”. Sin lugar a duda, los buenos hábitos morales refuerzan la capacidad de juzgar razonablemente. En cambio, cuando éstos faltan, resulta más fácil que se extravíe la razón, generando “ciudadanos sin conciencia ni moral". En los últimos años, ha surgido un modo puramente subjetivo de posicionarse ante lo moral. Incluso, hay quienes evalúan todo código moral como una imposición que atenta contra la libertad personal. Por otra parte, también es cierto que se actúa como “por inercia” y que grupos importantes de la sociedad viven en una cultura moral de otros tiempos. Por ejemplo, seguimos hablando de amor, de justicia, de verdad, de respeto al otro y de solidaridad con los demás, pero no practicamos lo que predicamos. Pero tales palabras han perdido fuerza. Paulatinamente, los grandes valores éticos están siendo sustituidos por los intereses personales. A la hora de la verdad, lo que cuenta es el propio provecho y el placer personal. Así, ese “vacío ético” comienza a manifestarse en la sociedad, a través de una ciencia económica “sin conciencia” que termina generando desempleo y pobreza entre los más desposeídos. La corrupción crece en la medida en que otros intereses suplantan la vocación de servicio a la que están llamados, por ejemplo, los políticos, que deberían estar orientados al bien común. De igual manera, la permisividad absoluta en lo sexual y la escasa valoración de la fidelidad conyugal, acarrea cada vez más sufrimiento a las parejas, a los hijos y a los hogares. Pero más aún, los medios de comunicación se han convertido en poderosos mecanismos al servicio del dinero y de la mentira. Definitivamente, se han rebasado los límites. Todo se compra y se vende. Incluso, los dolores más secretos y las emociones más íntimas. A raíz de todo esto, se ha comenzado a deformar la conciencia colectiva. Definitivamente, no podemos continuar por este camino. Los daños que se están cometiendo contra el individuo y su dignidad, son muy graves. La ausencia de moral en la sociedad conduce a la destrucción de la humanidad. Hay que pensar más en los demás. Un país no puede institucionalizar la corrupción y sustituir los principios morales por la simulación. La justicia tiene que constituirse en la piedra angular para transparentar el ejercicio del poder. Necesitamos un sistema judicial que no discrimine al pobre y que castigue por igual, al desposeído y al rico que infrinjan la ley. No se debe negociar la impunidad para nadie. La justicia no está haciendo su trabajo y, además, está parcializada. Hay que comenzar a implementar y a vivir un sistema de valores éticos, asumidos personal y socialmente. La sociedad tiene que encaminarse a ser más solidaria, justa y compasiva. En el pasado, los ecuatorianos fuimos inducidos y sometidos a un proceso de degradación moral y ética, que afectó principalmente a la juventud, que debe convertirse en la reserva de nuestra nación. La democracia no debe ser una instancia para alcanzar el poder con los recursos que han sido sustraídos al pueblo, que no percibe la solución a sus necesidades básicas, pese al sacrificio tributario que tiene que asumir. El camino asumido es contrario a la verdad, al buen ser y buen hacer. Necesitamos más luz en la conciencia humana, para redescubrir la importancia de los valores éticos y recuperar colectivamente el comportamiento moral, así como también, la verdad última del ser humano. Tenemos que avanzar hacia un mejor porvenir y no pensar que los actores políticos del pasado tienen la solución de una crisis moral que ellos mismos provocaron, por su avaricia. La clase media tiene que empoderarse, porque a ella se sobrecarga de impuestos para solventar un presupuesto nacional, que deberá ser transparentado en su ejecución. De ahí que la equidad tiene que empezar con el sometimiento a los órganos del poder judicial, de aquellos que no puedan justificar su enriquecimiento. Estos señalamientos deben obedecer a la convicción de un credo que nos dé una filosofía, en la cual encontremos la ética en nuestras acciones. Hemos de convencernos que aquel a quien esperamos, ha sido enviado por Dios “para ser testigo de la verdad”. Y, quien es de la verdad, escucha su voz con prontitud y celebra la Navidad. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

Los principales actores de nuestro sistema democrático están poniendo en práctica un peligroso juego relativista en lo moral, en la interpretación de las normas jurídicas, en las explicaciones debidas a la población acerca de su proceder y, en fin, en todo cuanto por su naturaleza está expuesto al control social. Pero lo peor de todo es que tal conducta es tan contagiosa que ya, hasta los considerados por el pueblo como los más calificados para hacer de manera firme ese control social, parecen habernos contagiado de la inopia moral. En cada opinión, docta o indocta, cabe ponernos a recaudo del engaño que pueda venir envuelto en las buenas intenciones del acerbo crítico. En una sociedad donde los ideales se negocian, la lealtad se traiciona y el saqueo de los recursos del Estado justifican su ejecución; la inconducta está sustentada por voces mediatizadas que carecen de dignidad. Se trata de exponentes de denuncias pagadas y difamaciones compradas, usando corbatas finas que sirven como baberos de expresiones aduladoras e incondicionales de servilismo hacia los poderes de turno, hasta llegar a etiquetarse probos de la incapacidad, fungiendo como mercaderes de la información clasificada. Las redes sociales, por ejemplo, están inundadas de opiniones que van desde verdaderos galimatías hasta los bien hilvanados conceptos teóricos sobre los temas más relevantes de la agenda pública. Pero, insisto, de todos, cabe preguntar: ¿cuál es ese discurso creíble? Por desgracia, hoy, ninguno. Porque detrás de muchos discursos -y en este caso hay que resaltar de manera preponderante los discursos de los famosos líderes de opinión- puede haber escondido un acto veleidoso de un ente promiscuo conceptualmente, de un velero empujado por el viento del dinero. Estamos construyendo una sociedad charlatana, en la que muchos de sus principales hombres y mujeres no reparan en lo que se pueda pensar de ellos. Lo que cuenta es armar el escenario adecuado, para que las cosas salgan a su antojo. Andan descaradamente en una actitud envidiosa, indexando todo a la medida de sus ambiciones, o las de quien los compra: lo que haya que cambiarle a la ley, para acomodarla a sus intereses, que se le cambie. Y, como vamos, hasta la democracia también la podremos cambiar, y hacer una nueva, constituida de nuestros desaciertos. Es la nueva forma de hacer Patria sin país, sin la veracidad de los hechos que nos hacen libres, rechazando la expresión de la esclavitud que representa la mediatización que ahoga los principios y condicionan el bien común, en favor de la toma de decisiones privilegiadas de minorías. La simulación es el arma efectiva que enmascara la realidad de la falta de equidad. El propósito es otorgar las oportunidades a los timadores y a los comprometidos con la impunidad. El compromiso es ineludible, apoyando un nuevo liderazgo capaz de concertar un capital social moral que represente un mejor futuro para la sociedad ecuatoriana. “La política no es una especulación, es la ciencia más pura y digna después de la filosofía, para así ocupar las inteligencias nobles”. Caminemos juntos por la educación para rescatar nuestra cultura, y con ella, apreciar nuestro verdadero valor como nación. Todo este escenario invita a preguntarnos: ¿Hasta cuándo y hasta dónde? ¿Cómo vamos a retomar el camino de lo ético, cómo vamos a recuperar esa credibilidad perdida merced a la práctica del "sálvese quien pueda"?. Los temas más recientes batidos en nuestra coctelera política son la mejor muestra de que estamos cautivos en una odiosa babel que acrecienta nuestra crisis de confianza: en cada situación surge el ruido caótico de las divergencias que buscan, todas, el famoso “báratro”, la idea luminosa, sin distinguir entre medios correctos e incorrectos, sin reparar en el daño que estamos haciendo a nuestra institucionalidad democrática. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

Siempre recuerdo la anécdota que bien ilustraba el recordado escritor estadounidense Stephen Richards Covey, cuando deseaba insistir en la fortaleza de los principios y lo comparaba con un faro. Porque los principios juegan un papel importante de iluminar, para ayudar a las embarcaciones llegar a buen puerto. Un papel similar juega la brújula que nos ayuda en el camino cuando pretendemos seguir alguna ruta y deseamos estar bien orientados. O un mapa bien elaborado, que nos indique los caminos, para que podamos llegar a nuestro destino. Sin embargo, la analogía con el faro luce ser superior, pues se correlaciona con la luz, con iluminar esas sendas, con recuerdos que independientemente de nuestros planes, existen leyes de la vida que son inviolables, pues estas persisten a pesar de nosotros y de nuestros atajos, maldades y manipulaciones. Es que no se puede esconder una lámpara debajo de una mesa, se la coloca encima para que nos pueda iluminar. Y la luz de la verdad ilumina siempre y tan fuerte, que no pueden coexistir las tinieblas, las sombras ni la oscuridad con esa estrella, que brilla con luz propia. No obstante, la maldad del hombre siempre hace de las suyas y a lo largo del camino crea hábitos nocivos para sí mismos y para los demás, pero a su vez siembra una semilla del mal, para el día de la ira. Lo que sembramos, lo cosechamos, a pesar de que elijamos mirar hacia otro lado. El hecho de que no miremos o no nos demos cuenta de la cosecha, no significa que no existe. El hecho de que ignoremos su brillo, no significa que la estrella no tiene luz propia. Esto nos recuerda la clara advertencia que hace el profeta Isaías y que persigue los corazones retorcidos en toda la humanidad y los tiempos: "¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos! ¡Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebida; los que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su derecho!" (Isaías 5, 20-23). Y esa advertencia, si la acompañamos con lo que indica San Pablo en Romanos 1, nos explica claramente, que tendremos que recoger nuestra cosecha y pagar el precio por lo que sembramos. Si nos detenemos a entender la ruta que la humanidad ha tomado, en total desvarío y contradicción a la propuesta divina, resulta fácil entender, que el problema no es el faro ni la brújula, tampoco el barco. Sino la maldad del hombre, sobre todo los que siembran el mal, para beneficiarse de todo mientras pueden. Y para ello distorsionan los principios, los valores, las leyes, los sistemas y obligan de una forma infernal pero legal a los demás, a participar en sus corruptas andanzas. Pero Dios es bueno y representa la Verdad pero vamos a los rituales o cultos religiosos, a cumplir con hipocresía política, nos damos golpes en el pecho, buscamos los votos de los fieles borregos, y no dejamos de arrodillarnos en público, ni de rezar un padre nuestro. Así son todos los falsos líderes, que ejercen la política en nuestro país. Solo es cuestión de tiempo, para que todos hagan lo mismo. ¿Y qué se puede esperar de gobiernos cuyos funcionarios surgen precisamente de estos pensamientos anti faro? Y ¿cómo se puede desviar el corazón y el camino del hombre, cuando nunca ha estado en la ruta correcta? Es que para caer, necesitamos estar en un lugar más alto, y eso que podría verse como un lugar más alto, no podría evaluarse por la capacidad de consumir y de enriquecerse ilícitamente, sino por la verdad, el amor y la justicia que deben iluminar nuestros corazones. Pero es que el árbol malo, no puede dar fruto bueno. No puedes esperar cosas buenas de un corazón perverso. Entonces queremos situarnos en la educación de nuestros hijos, pero se nos olvida, que no existe una educación más impactante y marcadora en la vida de una persona, que el ejemplo recibido de sus padres. ¡Ahí no vale la retórica ni los discursos baratos! Decirle a un hijo que no fume cuando eres fumador, o que no robe cuando eres un ladrón, que no beba, cuando eres un ebrio consuetudinario, nos resta toda la calidad moral y provoca una confrontación irritante pero merecida. ¿Qué podría enseñar un experto estafador a sus hijos, para combatir la violencia y las bandas, para que sean ciudadanos ejemplares, cuando ellos mismos saben que sus padres son parte del crimen organizado? ¿Qué podría enseñar un sacerdote para guiar correctamente a la juventud y a los niños, si Lucifer instruye a sus huestes, para que se bendigan los matrimonios homosexuales? ¿Qué podría enseñar un pastor a su congregación, sobre la ética, la corrupción y la delincuencia de cuello blanco, si su ministerio ha crecido y se ha convertido en una mega iglesia, precisamente por recibir dinero del lavado? ¿Qué podría enseñar a sus hijos ese almirante, capitán, mayor, coronel o general, que se ha enriquecido de una forma contundente? ¿Qué podría enseñar ese funcionario ya suspendido, por habérsele detectado algún ilícito en el manejo de los recursos públicos? ¿Qué buen ejemplo podría dar un líder de opinión a sus hijos, si se ha hecho compromisario por dinero, de ocultar los hechos realmente importantes, para sustituirlos con distracciones y manipular la conciencia nacional? ¿Cómo podemos volver a resetear la cultura, los valores y los principios correctos en una sociedad que se ha convertido en una jungla, donde el dinero lo puede todo y donde se premian abiertamente las incorrecciones? Si seguimos hurgando encontraremos miles de ejemplos más que tipifican al monstruo que hemos construido y que obligará a una nueva restauración de nuestra República. Como vemos el problema no es el faro o la brújula, ni siquiera el barco, aunque éste influye bastante, pues si te embarcas en ese barco será inevitable que huelas a sudor de ratón. En Ecuador, hace rato que hemos sembrado ira, para el día de la ira. Y esa ira se verá pronto, pues el mismo pueblo ecuatoriano cansado de ser abusado y prostituido por los maleantes de turno, la mostrará guiado por ese instinto de sobrevivencia, que no resistirá más a sus verdugos y sus captores. Nuestra democracia tiene tiempo de haber sido secuestrada, y se mantiene secuestrada pero peor que cautiva, ahora más comprometida por los grandes mayordomos que nos han gobernado. Los ecuatorianos debemos establecer y unificar un criterio y una ruta crítica, para restaurar nuevamente nuestra Patria. Esta vez, no de una invasión sino para los que se han adueñado de un poder, que solo le pertenece al pueblo. El faro está ahí, es inamovible, no es posible apagar su luz, la verdad siempre nos alumbrará, a pesar de que la queramos ocultar con nuevas injusticias. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

Hoy, todos los caminos de la rabia y el ataque conducen a la democracia. Curiosa tendencia y fenómeno mayoritario, los iracundos posmodernos están repartidos entre redentores populistas y neo-autoritarios. Muchas serán las razones para que tanta furia acumulada se descargue contra esta forma de gobierno que, profecía de tantos, erigiría el único modelo político viable. La victoria sorprendente de unos esperpénticos líderes europeos, ha causado conmoción mundial. El embrión de la rabia alumbró un producto indeseable, presagio de otro espasmo político y una larga medianoche de oscuridad democrática. Latinoamérica luce desorientada y zancajosa, transita la misma vía. La rabia es el nuevo estandarte del liderazgo tecno-populista, tan experimental como formateada, redoblada por la hibridez de la tecnocracia neoliberal y el populismo electoralista. Con tal suerte que nació en acuerdo con el mejor aliado de la historia política, la tecnología. Justo cuando desaparece el antagonismo radical, en tiempos de libertad, aflora el aturdimiento ideológico y la demonización sofisticada de la política como práctica social. Todavía más, el tecno-populismo trepa sobre el guarismo efectista, caballo de Troya que instila ira en el mismo corazón de personas hastiadas de la cultura política, en desbandada. El momento actual es para pensarlo serenamente, sin optimismo encantador ni esperanzas sobredimensionadas. Cuando la sensatez política deviene en prenda extraña o desaparecida, emerge la sociedad de la rabia antidemocrática, prima el desencanto y el furor arrasa los marcos generales de la racionalidad cultivada. De esa sensación de sopa ideológica, caótica, complicada, separada de referentes genuinos, el primer ganador es el desaliento en masa. La rabia cobra adeptos y ostenta prestigio; la democracia cede terreno mientras pierde confianza. Cada país soporta la presión de los escuderos del populismo al tiempo que, bajo aprobación o disimulo, confiesan ante otro catalizador de multitudes, el autoritarismo. Con tan pocas biografías políticas claras, repintadas por excentricidades y prontuarios cenagosos, cuesta bastante restablecer un orden de principios y descubrir la verdadera identidad del adversario. Ningún pasado fue mejor pero contenía al menos los perfiles definitorios del contrincante verídico y, sin remilgos, los enemigos ancestrales de la libertad podían ser conocidos. Anuladas las diferencias y contradicciones programáticas, la línea divisoria quedó en nebulosa, y nada sustituye mejor que la espectacularidad pegada por el algoritmo. ¿Dónde quedó la hegemonía labrada de las ideas? Desbalanceado, el discurso resiste agitado por la furia, realzando la pregnancia de emociones y sentimientos sobre el ideario y la propuesta; por tanto, la confusión nubla la conciencia y barre toda certeza. Un barrizal de emociones: el ciudadano puede sentirse jodido pero satisfecho, prescindir de lo necesario, y aún mostrarse agradecido. Fragmentado el clásico binomio izquierda/derecha, solitaria y ciega, la izquierda deambula de naufragio en naufragio; la derecha, reclinada en estrechos altares, explora la fe del extremismo mesiánico y el líder totalitario. Del plano político, las contradicciones se trasladaron al ángulo sociológico, sin péndulo ideológico visible, un manto de negatividad ensombrece la política, guiada por el enfado habitual, esparcido en cada lado. Cualquier propósito político razonable fracasa, reventado por el caudal de la emoción distribuida, cada vez más contagiosa y llamativa, la sociedad de la rabia no discierne discursos, no repara en resultados; solo suscribe relatos. Arriadas las banderas y medio enterrado el discurso, el modismo atiza la emocionalidad del tecno-populismo pegadizo y emoliente, que pasó del aplauso lisonjero del pasado a la furia egocéntrica y viral del presente. Sobresale, además, su inquisidor posmoderno, engreído y sabueso sin rostro que, como su antepasado, oficia en el anonimato. Engendro oscuro y ventrílocuo de la red, impenitente y porfiado, que juzga sin oponente descifrable y a rostro tapado. Irreverente, la rabia apunta a las instituciones políticas de cualquier clase, ensañándose contra el Estado; no es la insurrección de los “fracasados del globalismo” -como pretendieron algunos al principio (Peter Sloterdijk, filósofo alemán)-; contemplamos el indicio ensortijado de otra inquietud simbólica, desmedida, que invoca reconocimiento, estima y estatus. Puede que el populismo tecnocrático haya sido exitoso, pues, cataliza cada rebeldía hasta convertirla en emoción hambrienta de importancia social, de halagos. Byun-Chul Han, filósofo y ensayista surcoreano, desmenuzó el narcisismo infectante que abandonó su privacidad individual, para ungirse de un mundo apasionado y acezante. Obcecada es la historia del desencanto colectivo, pocas veces ha concedido segundas oportunidades, entonces, cabe preguntar: ¿por qué confiar que ahora sería distinto? El malentendido democrático triunfa en todas partes, la democracia no sólo pierde confianza, está entregando también su mayor y más comprometedora carta, la esperanz. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

Una de las grandes amenazas a la democracia es el populismo, una corriente política que se apoya en el cinismo, como un músico de hotel toca la música que el huésped quiere escuchar, y por huésped, entiéndase votante. Ese periodismo navega en aguas turbulentas sin importar donde le lleven, se pierde en el mapa sin un fundamento de izquierda o derecha. Aunque los cientistas políticos hacen un esfuerzo por definir en qué consiste, no consiguen coincidir más allá de la definición de un líder político que utiliza todas las herramientas a su disposición, para monopolizar las opiniones en su favor, saltándose procedimientos en nombre del “bien común”, la mayor parte del tiempo, repitiendo sin fín, la verborrea que el pueblo quiere escuchar. Ese fenómeno ha llegado a la comunicación, con acento en el periodismo. Sobran quienes, con abundante desconocimiento de un tema, opinan de él sin comprender las consecuencias de su mensaje. Soportado en la obsesiva intención de buscar audiencias que priorizan el espectáculo a la información. En muchos casos, los medios de comunicación social, han renunciado a su capacidad de visibilizar los problemas que agobian a la ciudadanía, para montarse en las olas de temas que resultan atractivos al algoritmo. Vale la pena preguntarse si es útil que dichos medios sigan la conversación común a cualquier costo, o si consagran el rol de informar y resaltar las ocultas sombras de la sociedad. La farandulización del periodismo lleva a ocultar los temas que pueden cambiar vidas, generar transformaciones, convertir lo malo en bueno. Todo sea por obtener audiencia, hay que visibilizar lo incorrecto, por ahí no es. No son una clase de virus, pero se comportan como si lo fueran. Hay noticias buenas y malas. Y una vez liberadas, su propagación suele ser incontenible. Son las informaciones, no solo las que surgen en las redes sociales, muy criticadas por su propensión a difundir noticias falsas, amañadas o anticuadas, sino también las que aparecen en las publicaciones y programas de opinión más convencionales. El efecto de las informaciones sobre el comportamiento colectivo ha sido estudiado en muchas ocasiones. La abundancia de datos y relatos falsos, especialmente los que se propagan a través de plataformas como Facebook o X (antes Twitter), han ido provocando que las personas los tomen con cierto escepticismo. No han sido pocos los casos en que alguien reenvía mensajes y luego se arrepiente de haberlo hecho, al conocer que su contenido era falaz. Sin embargo, a pesar de esa mayor cautela, estudios llevados a cabo en diversos países ponen de relieve la incidencia que las informaciones recibidas tienen sobre las opiniones de las personas. Esa influencia se extiende a las expectativas. El nivel de optimismo o pesimismo es afectado por los conceptos y puntos de vista que se leen y escuchan, lo que tiene importantes consecuencias sobre el comportamiento social. Y esa incidencia es tan aguda, que se manifiesta a través de detalles en apariencia secundarios. Analíticamente, esas influencias son desviaciones del supuesto "conocimiento perfecto" sobre los que algunos modelos sociales son construidos, y son fuente de errores, ineficiencias y costos. En ese sentido, el rol desempeñado por el internet, ampliamente alabado como un medio extraordinario para extender el conocimiento popular, ha tenido el efecto colateral indeseado de oscurecer o desplazar fuentes de información confiables, otrora el recurso al que las personas acudían normalmente, cuando deseaban obtener algún dato. Parcialmente responsable por esa consecuencia, ha sido la renuencia inicial de algunas fuentes tradicionales en cuanto a adaptar sus presentaciones a la web y el formato digital, en parte debido al impacto que ello implicaba sobre sus fundamentos periodísticos. Les tomó tiempo y esfuerzo transformar sus ofertas para acomodarse a la nueva realidad, muchas de ellas naufragando en el intento. La lucha entre el "me gusta" ganado por populismo puro y la tarea que obliga al periodismo a develar y educar sobre lo incómodo y ensordecedor ruido noticioso, es la batalla sembrada para edificar un porvenir mejor. Estamos a tiempo de asumir el reto presente y futuro, así evitaremos decir que el populismo ha vencido al periodismo. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

Los acontecimientos en torno a las recientes elecciones presidenciales en la República Bolivariana de Venezuela y las reacciones ante los resultados —no verificables según los observadores internacionales— comunicados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) casi a la medianoche del día domingo 28 de julio, han elevado la crispación política en esa nación. Los argumentos de la oposición, de los actores nacionales vinculantes a la gestión y de los internacionales relacionados con la vigilancia democrática regional son fuente informativa ideal para entender y dimensionar el futuro que fragua en la "Patria grande" de Simón Bolívar, en cuyo modelo podrían incidir dos conductas: a) la del fanático parcializado hacia cualquiera de los bandos enfrentados, amante de su verborrea socialista; y, b) la racional, que procura el entendimiento informado. La democracia, decía Enrique Pinti, el humorista argentino, es como la saliva, todos la tienen en la boca, nadie sabe de dónde viene, ni para qué sirve. Antes de hablar de la “democracia” en Venezuela, veamos lo que fue la democracia griega. En la Antigua Grecia no todos eran “demos”; mujeres, artistas, y esclavos no contaban. Entonces, ¿quiénes quedaban? El mismo microscópico grupúsculo, que controla todo. Escuchar las declaraciones de los centros de poder nos informa, sin sorpresa o novedad, que Venezuela cayó en las férulas de intereses geopolíticos foráneos. Que sus líderes políticos han erosionado el punto de equilibrio y el interés nacional común que les posibilitará un arreglo interno capaz de minimizar la injerencia externa en su país, económicamente desmembrado por los “socialistas”. De la heroicidad bolivariana, Venezuela cayó al pozo trágico. De un candidato presidencial que blande la iconografía stalinista, no se puede esperar más que pretensiones trasnochadas de recurrir a la fuerza desmedida para mantenerse en el poder. Ambición con probabilidades reducidas en estos días por el rigor, extensión y vigencia del ideal de Estado como organización social, que emana del pacto colectivo. La democracia, entonces, es la vía de constituir el Poder legítimo. Ignorar sus discursos y rituales es auto clausurarse en las puertas del futuro político y la legitimidad. Que los pueblos no están obligados a sufrir gobernantes que no quieren, que les son indeseados, es la premisa generalizada. Unas formalidades básicas, ciertamente, han de observarse y cumplirse para constituir válidamente los poderes del Estado. Y junto a éstas, el sufragio refrenda unos objetivos de compromiso entre gobernantes y gobernados. Es falso el socialismo que empobrece y reprime. También quienes bajo supuestos doctrinarios socialistas “justifican” dictaduras unipersonales. La premisa socialista básica no es erradicar la propiedad privada, aunque sea la del comunismo. El socialismo propugna “la satisfacción creciente de las necesidades del pueblo”. Bajo este principio, preguntamos: ¿Tal meta ha guiado el obrar de los “socialistas” venezolanos? ¿Lo han logrado? ¿Vive mejor su pueblo, que en el pasado? En su prólogo a la última edición de “El XVIII Brumario de Luis Bonaparte” de Carlos Marx, que Federico Engels escribió en vida, expresó que éste y él debían un “mentís” al movimiento socialista: "Lo que procede" - advirtió, partiendo de las experiencias europeas, es la revolución pequeñoburguesa-. Planteó liberar las fuerzas productivas desde esta clase. China lo entendió, sin pregonarlo. Que el trabajo produce plusvalía, igualmente. En Venezuela, ¿pueden la pequeña burguesía y los trabajadores producir riquezas, para seguir prosperando? No importa quién gane las elecciones, la élite que controla desde la Antigua Grecia hasta hoy, controlará el presupuesto nacional. Nosotros, el “demos” votamos y pagamos impuestos, pero la élite se reparte ese dinero en contratos oficiales. Nada podemos hacer. Cambian los gobiernos y ninguno termina el sistema de alcantarillado pluvial o sanitario, ni la educación, ni la salud, ni los caminos, ni las aceras, ni los acueductos, ni nada importante para la comunidad. Porque nosotros los elegimos, nos cobran impuestos, cada vez más, para financiar la vida de la élite política y económica. Ni Venezuela ni Cuba tienen “democracia” porque un grupo político asaltó el poder y se consolidó, ahora son una élite, y la élite nunca suelta el poder. Esos pueblos no son “democráticos” porque carecen de una élite económica que manipule el sistema político en su favor, esos pueblos viven una estrechez económica. Venezolanos y cubanos padecen muchísimas estrecheces económicas, aproximadamente dos de los 11 millones de cubanos huyó de su país, por eso. Aproximadamente, ocho de los 29 millones de venezolanos huyó por las mismas razones. Necesitamos una auténtica democracia política promoviendo una verdadera democracia económica, eso es lo que nuestros pueblos esperan y necesitan. Lo demás es teatro, entretenimiento, espectáculo, manipulación y distracción. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

El ejemplo que nos brinda un continente tan diverso y rico en historia como Europa, es importante para el futuro de los países latinoamericanos. Al leer sobre la situación política, económica y social de muchos países del viejo continente, no queda más que valorar la cohesión social y los valores, no solo como un objetivo deseable, sino como una necesidad imperiosa para asegurar la estabilidad y el bienestar de los ciudadanos. A medida que Europa navega por las aguas turbulentas de los desafíos contemporáneos, desde la migración hasta el cambio climático, el auge del nacionalismo y las ideologías extremas, las consecuencias de la pandemia de COVID-19, la capacidad de sus sociedades de mantenerse unidas, se convierte en un pilar esencial para mantener el éxito hacia el futuro cercano. Porque Europa como un mosaico de culturas, lenguas y tradiciones, es un anuncio anticipado del efecto de la globalización, las migraciones y la integración de la comunidad internacional, con sus virtudes y defectos. La diversidad, a la vez que constituye una gran riqueza, también plantea retos significativos para la unidad social. En el caso de Europa, las diferencias económicas entre los Estados miembros, la creciente polarización política y los movimientos migratorios, han puesto a prueba la capacidad de Europa para mantener sus fortalezas en la diversidad. El flujo de migrantes y refugiados en la última década, ha sido uno de los mayores desafíos para la cohesión social europea. Este fenómeno que ha generado tensiones en varios países, alimentando discursos xenófobos y nacionalistas, también comienza a observarse en América Latina. Y la única respuesta a esa realidad, se sustenta en los valores fundamentales como la solidaridad, respeto a los derechos y la dignidad humana. Pasando a nuestro continente, es preocupante el estado de inseguridad en que vivimos. Indudablemente que la impunidad y la corrupción se han combinado para crear un abismo financiero y moral, que ha truncado las aspiraciones y el derecho a la educación de nuestros jóvenes, obstaculizando un patrimonio que podamos heredar, en base a la administración de justicia y el respeto al dinero del presupuesto en educación, que se ha visto afectado por el dolo de los administradores de turno, en la política. Muchos recursos han sido hurtados y desviados en detrimento del nivel educacional de nuestra población. Todavía nuestra justicia no ha dado respuesta a la solución de estas prácticas de lesa Patria. Este camino doloso se manifiesta por la carencia de oportunidades a una juventud que se resiente y actúa consecuentemente irrespetando normas de conducta, que deben ser implementadas por el compromiso ineludible del Estado, de salvaguardar y transparentar la inversión en educación y valores. Otro factor que ha provocado la conducta delictiva en nuestros jóvenes, es la disolución de la familia sometida al deterioro de la calidad de vida por el alto costo de sus necesidades básicas y la sobre carga tributaria desproporcional a lo que debemos percibir como derecho a una buena alimentación, salud, vivienda y educación; derechos primordiales del núcleo familiar y deberes impostergables del Estado. De ahí que tengamos que plantearnos la necesidad de promover la cohesión social y el rescate de los valores como políticas públicas, siendo la única forma de reducir las disparidades económicas y sociales que subyacen en nuestra sociedad, mediante la implementación de herramientas enfocadas en la inclusión social, el empleo y el desarrollo económico sostenible. Además, la inversión en sistemas educativos inclusivos que promuevan el entendimiento cultural y generacional, así como la igualdad de oportunidades, son materia esencial para formar ciudadanos comprometidos y conscientes de la convivencia social en la diversidad. Viendo la experiencia europea, queda claro que la cohesión social es el único cimiento sobre el cual se construye un proyecto de paz e igualdad en cada región del planeta. Es un principio que debe guiar nuestras políticas públicas y acciones sociales, asegurando que todos los ciudadanos puedan disfrutar de los beneficios del progreso y la prosperidad. Si no lo hacemos, le abrimos espacio a la guerra y el conflicto, a las desavenencias y los pesares. Enfrentemos decididamente estos retos y dejemos el camino doloroso, para transitar en la búsqueda de las verdaderas necesidades y la seguridad de nuestras familias. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®

En el mundo moderno, el papel de los medios de comunicación se asemeja con frecuencia a la función del clero, en determinar lo bueno y lo malo de las manifestaciones que emergen de las actividades sociales. Sus señalamientos y “decretos” no sólo guían la conducta de sus lectores y seguidores, sino que también orientan en ocasiones las decisiones de los gobernantes influyendo en ellos; es decir, que la prensa tiende a definir la realidad y a delimitar las fronteras políticas de los acontecimientos, de ahí la gran importancia de la mediatización en los procesos que soportan al crimen organizado. Cuando las actividades políticas, empresariales, sociales, artísticas y hasta deportivas, son permeadas por mafias locales e internacionales, buscan en la mediatización, el ocultamiento de sus acciones delictivas. El mafioso es el exponente del crimen integrado a la sociedad, a través de cualquier actividad productiva y se establece tras lograr invisibilizarse en el ámbito penal. Esta especie de ceguera pública, avalada por la mediatización cómplice con el fenómeno mafioso, llega a ser culpable cuando se sabe que el crimen organizado está detrás de estos auténticos procedimientos criminales. La acción mediática controlada por las mafias solo tiene que mantener y presentar los temas bajo el prisma del declive en su trascendencia, que no es más que su ocultamiento y desvirtualización de la realidad comprometedora del delito. Lo serio de esta confabulación mafiosa es que amenaza no solo las libertades económicas y políticas, también afecta la gestión pública gubernamental de preservación y conservación vital del medio ambiente (minería ilegal), destruyendo los recursos naturales, y con ellos la vida que generan. Cuando la institucionalidad domina el anarquismo, la realidad no se oculta, se expresa con responsabilidad social. En cambio, en un sistema mediatizado y corrupto, la realidad se oculta bajo el prisma de la impunidad. Veamos pues, los acontecimientos que se generan en la sociedad con la lupa de la realidad que nos rodea y no bajo la discreción con que actúan sus depredadores, también hagamos conciencia de que la gran delincuencia organizada es en esencia, encubierta por el manto de la complicidad de la mediatización. La historia contemporánea resulta incompleta si se niega la existencia del hecho criminal con la ayuda del uso delictivo de la tecnología y sus actores, como brazo de ejecución mediática. Sabemos que el escenario de las grandes mafias del mundo, no se da solamente en la República del Ecuador, pero en algún momento se ofrecen pistas marcando nuestro parecido con el que operan las mexicanas, colombianas, venezolanas, rusas, turcas, calabresas, albanesas, y un amplio etcétera, por los estremecedores hechos que ocurren en nuestro territorio. Hay todo un catálogo de horrores, parece que nos ha enseñado a matar con sadismo, y desde luego al robo, la estafa y la extorsión; el soborno, la estafa, el contrabando de armas y mercancías más sofisticadas; el tráfico de drogas, el tráfico ilegal de combustibles y recursos mineros; bebidas falsificadas, tráfico de migrantes y de órganos humanos de niños (as); falsificación de documentos, medicamentos falsos y vencidos, entre otros tantos execrables delitos. Pero la gran diferencia entre esas mafias y las nuestras, radica en que las de aquí no se ocultan, son visibles, y hasta toleradas. Los personajes implicados se mueven y actúan ignorando que se les ve, que se les conoce, y siguen en su rutina diaria, viviendo su propia realidad. Así nos expresamos de sus más conspicuos representantes. La sociedad los observa sin asombro, por todo un comportamiento libertino de grupos dedicados hasta al sicariato, que llegan a helar la sangre, y contemplarlos además tan a menudo, resulta ya abominable. Acorde con el vigente clima de poca intransigencia, hasta espacios públicos VIP y franqueadores o escoltas motorizados, los obtienen con complacencia de las autoridades. Tienen habilidades que les sobran para realizar sus acciones ilícitas a la luz del sol, haciendo añicos los sistemas legales y normas del país. Los máximos responsables de seguridad y defensa del Estado y de la ciudadanía, siempre han identificado y superado esos fallos, que a veces impiden detectar a tiempo a los mafiosos ecuatorianos, pues los mismos timadores ayudan a su identificación porque no ocultan, o mejor dicho, exhiben con desparpajo sus relojes de oro, vehículos de alta gama y sus lujosas residencias, las comparten con políticos influyentes, empresarios y autoridades. Quizá por eso se manejan con un mínimo de violencia entre o en el entorno que operan. Las guerras a gran escala no son comunes en ese medio social, como ocurre con las desarrolladas en las zonas urbano marginales y pueblos del interior, porque sencillamente serían muy destructivas desde el punto de vista político, por las alianzas y el simultáneo de negocios y trafasías. Es decir, el saqueo privado y público, toda esta pillería se encubre con el manto de un enorme ejercicio de inclusión, pero al mismo tiempo conformándose una gran clase adinerada que nos deben plantear serias dudas sobre la legitimidad de sus riquezas. He aquí la paradoja: cargados de sospechosos y sin medidas de control para evitarlos. Parece que somos incapaces de acabar con estas conductas de las organizaciones criminales y grupos de servidores públicos corruptos, por lo que necesitamos de una operación quirúrgica profunda para que se zanje definitivamente ese tumor maligno, que sufrimos los ecuatorianos. No soportamos otro desgarre del ya deteriorado prestigio nacional, con esta colección interminable de escándalos que nos suceden cada día. ¿Podemos callar que se comercializan fármacos vencidos, falsificados y se tolere el contrabando de todo tipo de medicinas, sin haber pasado por unos controles de seguridad, que puedan ser simples placebos e incluso contener sustancias tóxicas muy nocivas para la salud pública? Me da la impresión de que la anti ejemplaridad, es la norma a seguir en esta atribulada nación. La opinión del autor no coincide necesariamente con la de LatinPress.es fabriziodeluca823@gmail.com Colaboración especial para LatinPress®